Ayer a la caída de la tarde nos reunimos con el Herr Profesor Dr.Gottingen en su gabinete de Madrid. Los amplios ventanales nos permiten asistir al espectáculo de la tormenta primaveral. Caen gruesos goterones que el viento empuja contra el cristal, los castaños de indias agitan sus copas. Sentados en dos cómodos tresillos, la asamblea asiste en silencio al espectáculo y medita las palabras que acaba de dirigirnos el egregio doctor. El humo de los cigarros asciende hasta el artesonado dónde los jirones grises de brillo azulado se enroscan alrededor de las efigies de Hipócrates y Esculapio. Gottingen chupa su cigarro con determinación, al ritmo de una carga de caballería. Rodeados por cuatro lienzos cubiertos de saber humano encuadernado en fina piel nos sentimos protegidos en una suerte de seno cálido y apacible de tinta, papel y cuero. Horacio Salsamendi, el eminente conductista argentino disfruta de su panatela con la delectación propia de un conocedor enviciado. Mamerto Torre-Pacheco, farmacéutico de la Almunia de Doña Godina, agricultor propietario de un emporio de cerezos y melocotoneros y jotero consumado fuma su tabardillo al ritmo de "la Palomica". En cuanto a mí, humilde autor de estas letras, trasiego mi Rey del Mundo allegro ma non troppo, reteniendo los aromas del brandy que recién había apurado.
La reunión, convocada por Gottingen con inusual premura, tiene por objeto conocer nuestra opinión acerca de un encargo que ha recibido de una multinacional y famosísima marca de lencería. Han leído bien, lencería, y lencería fina, para mas señas.
Sesudos estudios llevados a cabo en las universidades de Maguncia y Coimbra y corroborados por la siempre estimable universidad de la vida han concluido que la lencería fina es la frontera última de la ciencia europea. ¡Señores, un seno erguido vale más! Así se resumen las conclusiones científicas. ¡Un trasero perfilado es un trasero feliz! , apuntala otro de los puntos del informe.
Con estos presupuestos científicos la afamada marca pretende que el Profesor Gottingen, aplicando sus años de ciencia y experiencia clínica sugiera aquellos ajustes que puedan redundar en una mayor eficacia de sus productos.
La lencerrria, nos dice Gottingen, no es el simple cubrimiento de lo que debe quedarrr cubierto. Nein! La lencerria es la antesala del encuentro cósmico, el aperitivo de la fiesta de Bacchus. Pues no le falta razón, apostilla Mamerto Torre-Pacheco. En mis años mozos - prosigue - la visual de un escote pirenaico paraba la circulación.
¿escote pirenaico? Pregunta Salsamendi con tono suave.
Pues eso, un escote cumbre, aclara Mamerto poniendo la misma cara que se pone al explicar a un mozuelo el adecuado empleo de un silbato.
Comprendo, comprendo.
Señorrres, si les he llamado apresuradamente sacándoles de su mediocre rutina (Gottingen es así, no hay que tomárselo a mal) es porrque aún no me he decidido a aceptarr el encargo a pesar de la importante suma que me han ofrecido.
Como comprenderán no me asusta el trabajo, no me amilanan las horas de gabinete ni las consultas con cientos de señoritas y señoras, Nein!
El problema que deseo plantearles es la conveniencia de aunar la ciencia sexológica y la industria. Me temo que los resultados pueden ser devastadorres. No quierro ni pensar el irme a tumba con conciencia de haber provocado una revolución de proporciones ka-tas-tró-fi-ken.
No veo como es esto posible, tercia Salsamendi. Querido Doctor, usted va a facilitar unos consejos que harán más felices a las damas y a sus partenaires.
Querido Salsamendien, es usted un inocente. ¿No comprende que si ponemos en manos del bello sexo unos materiales específicamente pensados para el éxito de sus seduccionen todo el orden puede quedar trastocado?
Si con las actuales costumbres y la manía de ir en kuerren ya han conseguido aplastar al enemigo en la dominación sexual, imagine que pueden hacer si acaban dominando el arrte de la insinuación, la ciencia de la seducción, la técnica de la persuasión... Terrible perspectiva.
Pero querido Gottingen, tercio Mamerto, todo eso es algo viejo y sobradamente conocido en la Historia. Acuérdese usted de Popea, de Nefertiti, de la pastora Marcela...¿Qué podemos enseñar a las hijas de Venus, a las seguidoras de Afrodita y de Zsa-Zsa Gabor...?
En apariencia mi apreciado aphotekarien su argumento es cierto..." nada nuevo sobre el mundo"... perro..usted no tiene en cuenta que las innovaciones que puede facilitar mi privilegiado cerebro pueden convertir la lencería fina en arma más poderosa que bomba atomiken y cepas biologiken.
Imagine, querrido aphotekarien que las jovencitas pudieran obtener plena concentración visual masculina durante paseo por ciudad. ¡Tráfico congestionado! ¡Perros atropellados! ¡Ciclistas heridos! ... Imagine que las madres de familien contaran con nueva arma para manejo de sus mansos maridos. El frágil eje del contrato matrimonial quedaría totalmente desplazado hacia los polos enhiestos, hacia las curvaturas pronunciadas, hacia las lomas in-kon-kis-ta-bles.
Amigo Gottingen, tercia Salsamendi, con todo respeto a su incontestable sabiduría y sin poner en duda la cima científica desde la que contempla la miserable condición humana, me atrevo a sugerirle que quizá ha sobreestimado la eficacia de la lencería en un mundo arrasado por la pornografía y la carnalidad omnipresente.
En ese instante se produce un silencio terrible. Afuera la tormenta ha amainado y del cielo plomizo de Madrid cae una fina lluvia de gotas redondas, casi más otoñal que primaveral. Las sombras se han ido apoderando del gabinete y la tenue luz que proyectan las dos lámparas de pie situadas a cada lado de la pieza no alumbran lo suficiente para quebrar una atmósfera de conspiración casi claustrofóbica. Todos esperamos la reacción de un Gottingen que con los ojos cerrados y la barbilla apoyada sobre las puntas de los pulgares parece sumido en la más profunda de las meditaciones.
Pasados unos minutos eternos, el doctor se pone en pie de un salto y acercándose a su mesa de trabajo alza el auricular del teléfono y con tono seco pronuncia estas palabras: ¡Kattrinna, súbito!
Al instante, como accionada por un resorte invisible la puerta del estudio se abre. La luz de la estancia contigua inunda la pieza. A través del halo dorado avanza una figura cuyas formas van poco a poco haciéndose perceptibles hasta que se detiene en el centro del estudio dónde de una forma mágica cobra todo su ser una joven escultural, monumental, rotunda, perfecta que viste un sencillo conjunto etéreo y primaveral bajo el que se aprecian, insinúan y casi evidencian unas formas cuya realidad supera cualquier descripción de este inepto plumilla.
La joven mira de frente a la audiencia enmudecida. El rostro ligeramente ovalado, la nariz recta, los pómulos marcados sin exceso, la barbilla erguida sin afectación, los labios plenos y delicadamente carnosos, un conjunto de rasgos que enmarcan una mirada verde como la más fresca y virginal foresta atlántica.
Se alza la voz de Gottingen. ¡Kattrinna...gírese un poco y camine hasta sillón...bitte! La joven obedece. Entonces todo resulta evidente para la audiencia. Pese a ir vestida y bien vestida la dulce Kattrina, la valquiria Kattrina, la imponente hija de Odín y Frigg nos está mostrando toda su anatomía realzada hasta el infinito...
Aquí tienen, dice Gottingen, el primerr prototipo realizado con sugerrencias preliminarres... imaginen esta ciencia puesta a servicio de las Cármenes y Rocíos, sultanen iberiken, de las Ginas y Francescas de Verona, de las Aline y Ameliè de París, de las Marcelas Argentinas... imaginen...
Mientras escuchamos extasiados, no hemos percibido el rápido movimiento de Salsamendi que puesto en pie se dirige como una flecha hacia la bella Kattrina. La joven, desprevenida, no alcanza a zafarse del menudo pero vigoroso galeno argentino, que con indudable habilidad e innegable energía trata de aferrarse al talle de la bella nórdica con el propósito de hincarle el colmillo en el muslamen. A la vista del ataque pampero Gottingen se abalanza tratando de separar a su enardecido colega al tiempo que Mamerto Torres-Pacheco (contumaz lector de Plinio) no alcanza sino a menear la cabeza murmurando "Naturaca, naturaca"... En cuanto a mi, que quieren que les diga, pues lo encontré normal porque miren ustedes, uno en su vida profesional ya se ve sometido a muchas presiones y en la familiar ni les cuento, encima lo emplean de conejillo de indias de un experimento terrible y encima con semejante espécimen y claro no todo el mundo es de sangre fría como el amigo Gottingen, en fin que aquí me tienen en compañía del amigo Vaca de Parladé camino de ir a liberar a Salsamendi de las manos del especialista al que le derivaron tras la llegada de la policía municipal y del Samur Social.
Hoy por la mañana me llamó Gottingen, parece que ha mandado a paseo a los de la lencería fina, la sesión de ayer ha bastado para convencerle de que bastante mal están ya las cosas en las calles para encima echar más leña al fuego, lo que me dio que pensar es que al parecer la tal Kattrina lejos de quejarse mucho le ha pedido el teléfono de Salsamendi, se ve que le gustan bravos. ¡Que vida esta!