Sin
embargo el diagnóstico de la infame Maleni es erróneo, pues no hay más gordura
que la panza, como si Cachalote se hubiera tragado un melón, o una sandía más
bien, redonda, inmensa, blindada. El resto de la estructura es esquemática,
trazada con líneas delgadas y secas, duras. El cráneo anguloso a partir del
acantilado, la nariz larga; la boca es un trazo oscuro, como un corte
atravesado. Los miembros secos, organizados sobre articulaciones nudosas, las
manos sarmentosas. Al moverse, toda la estructura cruje y avanza a trompicones,
como un navío en la tormenta.
viernes, 25 de octubre de 2019
Cachalote.
miércoles, 16 de octubre de 2019
Comentario a un comentario.
Nota: sobreabundan los análisis políticos y jurídicos en los medios y las redes, dónde podrán ustedes saciar su sed de novedades informativas e interpretaciones originales que nosotros no podremos darles. Esto no impide que de vez en cuanto reproduzcamos aquí alguno de los inocentes comentarios que en forma de cartas al director o similar envían Doroteo, Genaro García Mingo o el Gran Bergamota, tanto al Heraldo como a la Voz de Nava. Sobre todo al segundo, más inclinado a beber los vientos del momento. Un ejemplo de esta inocente y anticuada costumbre es el texto siguiente, publicado en la Voz de Nava. En el Genaro García Mingo, plumífero con ínfulas, expresa su desacuerdo con un comentario elogioso a la sentencia. La Sentencia por antonomasia.
Sr. Director,
Algunas
cosas me llaman la atención: En el comentario parece que subyace cierto temor a
que se nos pueda considerar no homologables a otros países europeos, como si
hubiera que demostrar una y otra vez lo adecuado, garantista y estupendo que es
nuestro sistema jurídico. Miramos demasiado hacia fuera y damos un valor a
todas luces excesivo a los demás países de nuestro entorno. A mi modo de ver,
esta falta de confianza radical en nosotros mismos, es uno de los factores, uno
de los muchos, que llevan años impidiendo una redacción adecuada y contundente
a lo que ocurre en Cataluña, en las provincias vascas y en el sistema de las
autonomías en general. Somos tan estupendos que nos negamos a ver que ocurren
cosas anormales y excepcionales, no vaya a ser que se emborrone el cuadro que
nos hemos pintado y es tan bonito. O todo funciona tan mal que mejor no hablar de ello. Sería
deseable encontrar el punto de equilibrio.
Por el contrario, el punto de
equilibrio no me parece argumento válido para defender la sentencia. Que disguste
a unos y a otros no la hace mejor ni peor. Pensaba que la vara de medir debían
ser la Justicia y la Verdad, no la opinión pública.
Me
sorprende también lo de calificar a los independistas de partidarios de una
democracia iliberal. Parece un extraño circunloquio para no decir totalitario,
tribal, etc. Tenemos ante nosotros desde hace años un asalto totalitario que no
sabemos cómo parar, no por falta de medios sino por falta de convicciones.
Y
por último, saliéndome ya lo entiendo, del ámbito del comentario de la
sentencia, la violencia lleva presente en Cataluña, muchos, muchísimos años
-empezando porque no se cumplen allí las sentencias del TS- y con esta
sentencia poco remedio se pone. Cuando veamos salir a la calle en un año a los
condenados el mensaje estará claro: puedes organizar la de San Quintín con los
medios de la administración, contra el sistema constitucional y tampoco es para
tanto, adelante pues. Y no se nos diga que es el resultado del sistema que nos
hemos dado cuando instructor, fiscalía y abogado del estado coincidían en la
calificación, antes de la sustitución de este último a instancias del Gobierno.
Mientras tanto el ciudadano de a pie, a callar. El estado de derecho en España
lleva años tambaleándose y las dos últimas sentencias del TS son dos golpes
más, y muy fuertes. En fin.
lunes, 14 de octubre de 2019
San Abdón.
Abdón
Felices Dupuis llegó una mañana a Nava, harto ya de que no le felicitarán el
día de su santo, San Abdón. Su tía, doña María Tecla Ruibarbo Colmenares,
siempre tan joven a sus cien años, disfrutaba pasando voluntariamente por alto
la efeméride y, un día, Abdón Felices no pudo más. ¡No puedo ya con la viella!
No era difícil el traslado. Abdón era sobrio como un espartano, como un español
antiguo, de esos que supieron hacer de la escasez virtud, inventando la sobriedad.
Vivía de dar clases, realizar traducciones, corregir textos, escribir algún
artículo, y no gastaba más que para comprar libros y renovar de vez en cuando
su vestuario. La vivienda en Nava no era un problema, se lo había asegurado
Doroteo, pariente lejano de su padre difunto, Abdón Felices Ruibarbo. ¡El rico
del pueblo! Con esa expresión despectiva se refería doña Tecla al bueno de
Doroteo, pese a que no hacía mucho que habían cenado juntos en casa de la
Condesa y entonces la vieja se había deshecho en cumplidos y había sido todo
mieles.
Y es verdad que Doroteo era rico, pero no en el sentido de riqueza
tosca y ordinaria que apuntaba la vieja con toda su mala idea. La casilla
molinera que le ofrecieron era perfecta con su fachada encalada, una sola planta,
dos cuartos, sala, cocina y lo demás. Y el patinejo de la casa estaba
ajardinado. Soleado durante casi todo el día crecían los rosales adosados al
tapial que lo cerraba, con verdadera frondosidad. Era condición del
arrendamiento, prácticamente simbólico, cuidar del pequeño jardín.
PEPITORIA
Pepitoria, ensalada
de varias cuestiones, eso es lo que Abdón Ruiz y Colmenares sirvió a su Tía
María Pepa para tratar de lograr su intoxicación física mediante la palabra
abstracta.
Pepitoria de
lecturas sueltas. Pepitoria de altas filosofías, florilegio y pepitoria de
doctrinas morales destrabas.
Pepitoria:
2. f. Conjunto de
cosas diversas y sin orden.
jueves, 10 de octubre de 2019
Carta de Genaro García Mingo, publicada en el Heraldo de Nava.
Agradecemos
al Heraldo de Nava, decano de la prensa local, el permiso para reproducir a
continuación la carta enviada por Genero García Mingo Emperador a su director. La
carta es un comentario a una tercera firmada por el propio director y publicada
en el mismo periódico, texto que se omite aquí, porque sí. Ha sido calificado
como wonderful y glamourous por la crítica.
Sr. Director,
Vaya por delante mi agradecimiento por su análisis y por el esfuerzo de poner las cosas por escrito. Sin embargo, mi impresión es que su entrada no es sino darle vueltas una vez más a un fenómeno conocido desde hace décadas. La democracia secuestrada por la partidocracia era un asunto que ya se trataba en la facultad de derecho, como parte del temario de primero de carrera, en mi caso a finales de los años ochenta. Ya se apuntaban entonces, mejor dicho, ya se señalaban con toda contundencia como quebrantamientos a nuestro sistema político la sentencia del Tribunal Constitucional en el caso Rumasa y la aprobación de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial, donde se reguló de forma definitiva el Consejo, derogándose la Ley Orgánica de 1980, y que implicó un cambio en la forma de elección de los vocales, impulsada por el PSOE de la mayoría absoluta. Puesto que al principio de su artículo de alguna manera renuncia usted a proponer soluciones, su texto viene a ser una cierta confesión de impotencia. No es algo que yo le reproche, porque creo que la misma impotencia la sentimos muchos españoles.
Yo me atrevo a vaticinar que prácticamente ninguno de los buenos deseos de reforma que expone el autor llegará a concretarse. Al menos no de forma pacífica. No veo yo a esta clase política renunciando a sus prebendas, no veo en el horizonte nada parecido al tan mentado harakiri del franquismo. En cuanto a las agencias de control, ¡Dios nos libre de tener que sufragar más organismos públicos para uso y disfrute de partidos políticos!
Al
llegar a cuestiones de fondo, se percibe una posición relativista (“no imponer
una versión de la verdad sobre otras”) y una vaga apelación a la vigencia de la
llamada sociedad abierta. Y es aquí dónde puede que se encuentre la clave de lo
que sucede, no en España, sino en todo el llamado occidente: asistimos al
declive casi absoluto de un sistema al que no parce posible reanimar. El mundo
surgido de las revoluciones francesas y americana llega a su fin. Como
reconocen los propios liberales más conspicuos, no hay libertad sin tradición (Hayek lo explica en Los fundamentos
de la libertad). Pero puesto que el liberalismo supone hacer del hombre la
medida de todas las cosas y consagrar la libertad de espontaneidad o libertad
negativa, esa misma circunstancia ha ido erosionando las bases de un sistema
que pese a todos sus terribles efectos (pensemos en el siglo XX) era capaz de
sostenerse. Mientras el liberalismo creció sobre la tierra todavía fértil de la
antigua cristiandad, pudo dar frutos. Con la definitiva descristianización que
nada ha sustituido el edificio se derrumba. ¿Cómo funcionar sin creencias
comunes? ¿Cómo puede sobrevivir una sociedad que no se pone de acuerdo ni
siquiera sobre cuestiones básicas de sexualidad, biología, naturaleza humana? No
nos queda ya ni siquiera vigor biológico para reproducirnos. No se construye
sobre la nada, ni sobre el capricho de cada cual, ni sobre la llamada cultura
de la muerte. Es lógico que ante esta situación no sea fácil proponer
soluciones. Y es muy dudoso que encontremos las soluciones en las causas de lo
que hoy sucede.
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