domingo, 14 de diciembre de 2025

La voz de por aquí. De los dietarios de A. Bergamota.

La voz que ameniza estos parajes de por aquí dice esta mañana: No te preocupes Gemita, es que son hombres, ellos son así. Se oyen cosas extraordinarias. Gemita, hombrecito, Santi que me dices, etc. Cosas extraordinarias.



jueves, 11 de diciembre de 2025

EME. De los dietarios de A. Bergamota.

Va M. estricto por la calle, anda cuesta abajo. Ya es de noche y hace frío, así que avanza dando buenas zancadas, tanto para entrar en calor como para llegar pronto a casa. Ella viene en dirección contraria, por la misma acera, pero hacia arriba. Sus pasos son cortos, carece de silueta, es una masa de ropa oscura coronada por una melena de pelo rizado bastante hirsuto y desordenado. Avanza pesadamente y recuerda a un paquidermo capaz de arrollarlo todo a su paso si se enfureciera, pero pesado y pacífico si no se le molesta. Lleva la cerviz agachada fisgando el inevitable móvil. M., que va deprisa, empieza a calcular. En pocos pasos se cruzarán, pero los pasos inciertos y pesados del paquidermo no contribuyen a dibujar claramente dos calles, una hacia abajo y otra hacia arriba, una para cada uno, por las que seguir cada uno a su ritmo y cruzarse con seguridad. No se sabe con seguridad si la mole va por la izquierda o por la derecha. Pese a lo plúmbeo, su trayectoria es incierta y M. empieza a temer la colisión. Como M. es estricto se aferra a una vieja norma: debe cederle a ella el interior, galantemente, y tomar él la parte exterior de la acera. Maniobra para colocarse adecuadamente justo en el momento preciso en que se cruzan y entonces es embestido con inocencia y brutalidad. M. ha cometido el error de creer que la vieja norma está viva también para el paquidermo y es un código que comparte y aplica. M. se equivoca por completo, su falta de psicología es absoluta. No solo la bola de ropa no ha tomado el interior de la calle, sino que, sin levantar la mirada ha seguido recto hacia afuera para salirse de la acera y cruzar la calzada, casi sin mirar, y por donde le ha dado la gana. Como seguía mirando el móvil, el choque ha sido inevitable, brutal, potentísimo. M. ha sido proyectado hacia la carretera, con la suerte de que el 645 acababa de pasar. Si no le plancha, lo estampa, lo deshace, lo liquida. Se levanta rápido, empapado porque ha caído en un charco, frío y negro. Salta sobre la acera y al orientarse ve que la mole que ha cruzado le mira y gruñendo agita hacia el su grueso puño cerrado. 

miércoles, 10 de diciembre de 2025

Diletante. De las divagaciones de A. Bergamota.

El diletante Luigi Mascarpone di Lambrusco arruga la manilla larga y firme al dirigirse a su auditorio de féminas culturetas. Mascarpone di Lambrusco seguramente preferiría, si pudiera optar, por un auditorio de féminas de otro tipo, pierna cruzada, coleta alta, generoso… Mascarpone ha dejado de divagar y se concentra en sus papeles. Luigi Mascarpone di Lambrusco, mundano. Esa es la palabra que adornaría la lápida de su católica tumba si se le hiciera implacable justicia. Preso del mundo, casi por completo, ni siquiera de la carne. Y poder, ninguno, g. a. D.  Mientras se dirige a su auditorio de féminas al diletante se le van los ojos, parece que se le salen de las órbitas. ¿Será por la exaltación o por el hambre?

domingo, 23 de noviembre de 2025

De los dietarios de A. Bergamota El Grande. Altas consideraciones literarias.

Arthur Schnitzler, se oye una voz comentar: Por favor, es insoportable, no más de estos, no lo podemos soportar.



¡Como llovía ayer, a cántaros! El agua caía constante, grave, gruesas gotas rebotando sobre el suelo. Resguardado en un soportal la miraba caer y caer, y por detrás de la gruesa cortina de agua, los álamos con las hojas de un verde encendido, y el horizonte despejándose a lo lejos. Por un momento, a no ser por los matices de la luz y que todavía era de día, parecía que habíamos vuelto al invierno. ¡El invierno! Con su silencio, su penumbra y la sensación de que no hay que hacer nada todavía, de que se descansa de todo, y de que por delante quedan horas y horas de chimenea y lectura. Pero la lluvia levantaba el olor de la primavera, un frescor que sólo es de este tiempo, un vigor que sólo esperaba la humedad para dispararse. 


domingo, 26 de octubre de 2025

De los dietarios de A. Bergamota. Época de hierro.


El ejecutivillo moderno ha renunciado a sus signos de identidad tradicionales, de honrada clase media: primero la corbata, luego el traje. Ahora viene a trabajar vestido de calle, pantalones de los llamados chinos, de colores, una camisa o lo que se llama un polo (cuando éramos pequeños un “niqui”, vaya usted a saber por qué). Para completar el atuendo se pone alrededor del cuello, como si de un collar ancestral se tratara, una cinta del color de la marca de la empresa, de la que cuelga, no un amuleto ni el hueso o colmillo de una fiera a la que hubiera dado caza, sino la tarjeta para la apertura electrónica de puertas, el santo y seña del templo laico al que ingresa todos los días de lunes a viernes. Pero el detalle más importante es lo que utiliza para llevar sus cosas. Pasó a mejor vida, tal vez con razón, el maletín. Durante un tiempo fue sustituido por la bolsa de ordenador esta a su vez desterrada ya para siempre por ¡la mochila! Así que con el pantalón de colores -un milagro que no sea corto todavía- la camisa de manga corta, las zapatillas de deporte y la mochila ya estamos en plena “vuelta al cole”.

miércoles, 15 de octubre de 2025

El mar.

Hay en el polígono un olor a gas, a berza, a alga podrida, un aire a puerto, una humedad como marítima, con el día nublado, el sol escondido. Pero es el polígono de siempre, sobre el páramo madrileño, con algunos rastrojos y desmontes alrededor, todavía, pero que tiene ya poco que ver con las parameras que describen Baroja o Galdós en sus libros madrileños.



lunes, 13 de octubre de 2025

Lectura. De los dietarios de A. Bergamota (otro que da la brasa con sus cosas).

Cercanos al mar, el papel se altera, se humedece, se comba, los libros se curvan, parecen abrirse solos. Un año en el sur es un libro de Antonio Colinas, que publico la editorial Trieste en el año 1985. Lleva por subtítulo “Para una educación estética”. Y no defrauda la gran belleza de su prosa, muy cercana al poema en prosa. Nuevamente una exploración a ese género tan atractivo que son los libros de iniciación a la vida, los primeros pasos de un adolescente en un momento que se abre y que va descubriendo: amor, paisaje, literatura, arte, sentimientos, racionalidad, sentido de las cosas, relación con los demás, vida religiosa, escritura. El protagonista, como tantos otros, encuentra en la curiosidad y el asombro canalizados y a su vez cultivados a través de los libros y la observación del mundo, una manera de dar sentido a la vida, de intentar ordenarla en alguna medida, de encauzarla y poder afrontarla.

(…) En lo secreto crecían los mejores frutos. En la soledad, lejos de las miradas falsamente atentas, el hombre podía desarrollar una vida digna, ejemplar. ¿Cómo serían los versos de aquél oscuro poeta de provincias? ¡Cuántos matices interesantes para la ávida adolescencia de Jano, para su vocación llena aún de dudas, se podían extraer de aquella vida ignorada!” Pág. 132.

El libro de Colinas a pesar de su belleza formal resulta algo frío y lo recorre desde el principio un halo de tristeza. Que bien le va el color de la portada de un tono verde apagado, como herrumbroso. Si fue a propósito, desde luego es todo un acierto. Viene la tristeza no sólo por el argumento, sino porque desde el principio, el adolescente protagonista es un dolor vivo, un chico que sufre casi permanentemente. Tal vez la adolescencia tenga esa parte dolorosa, seguramente si hacemos memoria la recordaremos, pero no únicamente, había muchas otras cosas que le daban alegría, risas, ilusión, pese a las enormes dificultades de esa travesía. El impacto del Sur, como idea de tierra cálida, luminosa, antigua, de vegetación espléndida y lujuriosa, no parece que se produzca, el adolescente no parece beneficiarse de ese mundo, pase a la fascinación que le produce la vieja ciudad romana y califal, pues cerca de Córdoba está el internado. Es más, se inclinará por la contemplación fascinada y morbosa de un cuadro terrible de Romero de Torres, anunciador de la tragedia. Tal vez resulte eso un tanto artificioso. Sin lugar a duda, faltan la religión, el catolicismo, la caridad, apenas tratados y descartados luego de manera excesivamente brusca, sin que las lecturas de poetas franceses románticos y simbolistas en las que se zambulle el protagonista sean contrapeso suficiente, como es obvio. Ahí se echa de menos que el autor pula el retrato de un adolescente, pero de un adolescente local, de aquí, encarnado verdaderamente. Etc. ¿¡Pero bueno!?

***

“Él está como vosotros: sin hacer todavía grandes progresos en su vida. Quemad los libros y labrad la tierra. Que la tierra os sea familiar. Ella entonces os reconocerá el día que os reciba. Cuidad la tierra y ella será para vosotros un alivio. ¿Os imagináis tendidos bajo la tierra negra, sintiendo la caricia de las raíces de los laureles? Quemad, quemad los libros…Y añadía una gran carcajada o un gesto de máxima educación a sus palabras.” Pág. 154.