lunes, 1 de julio de 2019

Los calores.

¡Que calor…! exclamó Tato al llegar. Vengo de una comisaría de policía de presentar una denuncia. Calor, calor y calor. En el pasillo principal de la Fundación, nuevamente, pájaro y pájara timándose con descaro. Se notaba que bajo una conversación insulsa de míseros cotilleos, latían las irrefrenables pulsiones de la naturaleza, la llamada a la polinización, ¡la gallina y el pavo real! Sin embargo, escéptico, Doroteo comentaba: ¿Pero que pavo ni que nada? ¡¿Pero tú has visto la pluma del pájaro?! Esta chica, la pobre es que no se entera. Maricón perdido y ella poniendo ojitos de ¡soy tuya Fermín!






miércoles, 19 de junio de 2019

El paso al frente. Extracto de un texto más largo aparecido en el Heraldo de Nava.


En primer lugar agradecer el esfuerzo del autor por tratar de elevar un poco el nivel de la reflexión en estas horas de frenesí político. Pero sólo hasta aquí llega mi coincidencia con él. De la lectura de su artículo surgen infinidad de objeciones, de distinto orden. No es posible exponerlas todas en este comentario, pero ahí van algunas de ellas:

Una de carácter general, aplicable tanto a este artículo como a otros de tono similar que han ido apareciendo en blogs, medios, tertulias y hasta en prensa de papel. Todos ellos escritos desde posturas católicas. La impresión general es que para todos ellos la aparición de XX no sólo no representa algo de luz al final del túnel, sino que por el contrario les ha disgustado profundamente. Todos denuncian la situación de la sociedad española, pero cuando surge alguien que puede representar, aunque sea remotamente, una esperanza, entonces se ponen exquisitos para rechazarlo en nombre de los grandes principios, pero sobre todo con el argumento de que XX no es perfecto. Una actitud que nuestro refranero conoce perfectamente, por desear lo mejor, rechazan lo bueno. Nuestra vida pública es un lodazal en el que estamos enfangados desde hace años, en el que el olor a agua estancada sube y sube sin cesar. Cuando por fin algunos de los que lo sufren, en lugar de quejarse, deciden ponerse manos a la obra y tiran de pico y pala para tratar de desatascar la situación, entonces los que desde hace años venían quejándose de la situación empiezan a objetar que el pico no es adecuado, la pala podría ser mejor, y el uniforme de los poceros tiene un botón descosido. Es lo que yo llamo la actitud Chateaubriand, no por la pieza de carne, sino por el escritor católico francés. Le gustaba tanto cantar el fin de un mundo, lamentarse ante lo que fue y ya no será, que él había conocido y los demás no, que acababa por necesitar ruinas para inspirarse… y con su actitud contribuía decisivamente a crearlas, a desarmar a los suyos. Nada de lo que hicieran los contemporáneos de su cuerda era lo suficientemente puro, lo suficientemente auténtico.

Pues bien, parece como si a muchos católicos les molestara que alguien intentara enderezar lo que ellos denuncian que está torcido. Como si el intento o el éxito posible fuera a dejarles sin la ruina que es su motivo de inspiración. ¿Y ahora que denuncio yo? ¿Y ahora contra que clamo? Cuando otros empiezan a moverse nos damos cuenta de que nos hemos quedado quietos, y eso escuece. Éramos nosotros los que por nuestros méritos y por nuestra pureza inmaculada merecíamos estar a la cabeza. Sin duda, pero es que seguimos quietos y otros han dado un paso al frente. (...)
A. Bergamota Elgrande

miércoles, 5 de junio de 2019

La ciudad salchicha.


Corría Tato a toda velocidad en su bólido. Estas escapadas para tratar las burocracias de la FTPVD eran ocasión para tomarse libertades que en el pequeño mundo de Nava tenía más restringidas. La condesa y Bergamota, e incluso Doroteo, se comportaban con total desenvoltura en el pueblo. Tato se sentía más sujeto. Presidente y director de la Fundación, comprenda usted. No es que ellos escandalizaran, no, pero tanto Jazz, tanto concierto, tantas conferencias, tanto lío. ¡Tanta opinión! A él, en casa, le costaba más significarse. Salvo que le pincharan mucho o arremetieran contra la Fundación y sus protegidos.
Con la ventanilla bajada y a toda velocidad se acercaba al lugar dónde habían quedado. Un descapotable hubiera estado mejor. Esto se recalienta por momentos y el aire acondicionado me sienta mal. Al enchufarlo exhala un tufo como a humedad de sepulcro. Se puso música. No cualquier música, un brutal tachún tachún, el Nava-remix, con el que atronaba a los coches que adelantaba.
¿Qué si sacaba la lengua al conducir? Por supuesto que no. Sujetaba con la comisura de los labios una noble pipa de brezo, encendida claro, y llevaba las manos enfundadas en unos guantes de conducir de cabritilla. Conducía tan poco a menudo que había que dar solemnidad a la ocasión y vestirse. Gorra visera, si, por supuesto. Claro. Latía todo su ser al ritmo de la velocidad y del musicón, como sincronizado con el tiempo, con la agitadísima primavera. Los efectos de luz producidos por las nubes jugando con el sol daban al paisaje anodino por el que circulaba unos aires de espléndida grandeza. La cazoleta de la pipa ardía intranquila, al ritmo sincopado del Nava-mix.

Está cerca de la primera rotonda, nada más salir al llegar, no tiene pérdida. Le había dado ya dos vueltas, mirando con atención y empezaba a acordarse del cretino que le había dado las explicaciones. Fachada de ladrillo y una puerta de cristal. ¡Pero si no había otra cosa! Inmuebles nuevos, todos iguales. Los había en toda la sierra y en el ensanche más reciente de Madrid. Fotocopiadora, papelería, espacio de juegos gaming, un chino, una gestoría, Bermúdez de Vellón asesores, frutas y verduras, local vacío, local vacío, estudio de arquitectos, cerrado, máquinas cortacésped, material para piscinas, con clínica estética Rachel Morera no envejecerás y fotografías que hubieran hecho enrojecer al personal no hace tanto; inmobiliaria, vendemos tu piso. Y de repente otra rotonda. Al otro lado de la calle, un anchísimo bulevar con mucho tráfico, edificios similares, con escaparates del estilo.
Intentó cruzar pero la vegetación del bulevar lo impedía y tuvo que llegar hasta el paso de cebra. Al llegar a la acera ni un alma. Muchos escaparates cerrados. Colchones Cebrían, la tienda ecológica, se traspasa, bar, tapicería Márquez, local vacío, local vacío, farmacia, bar, zapatería en liquidación, taberna moderna, local vacío, material de oficina, estudio de grabación Music Sound. Miró para atrás. Sin darse cuenta había andado como dos kilómetros. Retrocedió al trote.
- Oiga perdone, ¿la primera rotonda es esta?
- Pues hombre, dependerá de por dónde entre usted al pueblo. Hay quince rotondas en fila, como los eslabones de una cadena.
- Ya, claro – replicó sosegado mientras por dentro subía la ira por momentos.
- ¿Sabe cómo llamo yo a esto?
- Pues no la verdad.
- Yo a esto lo llamo la ciudad salchicha. Ni plaza mayor, ni iglesia, ni orden ni nada.
- Así están las cosas. ¿Y por qué salchicha y no cadena? ¿Por qué no la ciudad cadena? Como dice que las rotondas son como cadenas…
- Lo digo porque son lo único duro y macizo las rotondas. Pero el resto es blando, la ciudad blanda, la ciudad salchicha. Parece que tiene consistencia pero si aprietas no hay nada. Esto está lleno de degenerados contemporáneos.
- Bueno oiga, yo si quiero le dejo unas tarjetas de la FTPVD.
- ¿Y eso que es? ¿Es usted policía?
- No hombre, la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Soy el presidente. Como dice que hay tanto degenerado, debe haber mucho medio hombre llorón y amariconado…
- Eso digo yo. Gracias. Le dejo que sigo con el paseo.
Tato subió al coche, renunció otra vez al aire acondicionado, imaginó que conducía un descapotable y abandonando el eslabón de la gigantesca ristra en el que había aparcado, se alejó de la ciudad salchicha renunciando a cualquier pesquisa.

viernes, 31 de mayo de 2019

TOROS (elucubraciones alrededor).

¿Qué es son los toros, que es torear? Vaya por delante que pese a que la pregunta anterior coincide en parte con el famoso título de la tauromaquia  de don Gregorio, nuestro propósito con estas líneas es mucho más modesto que atreverse a contestar todo lo que la pregunta puede abarcar. 



Toro  de José Escolar
Al hilo de la tarde de ayer en Las Ventas, con la corrida de Adolfo, cuatro ideas. Para el que esto escribe, torear viene a ser resolver dificultades. Las dificultades que plantea el toro. Por eso, en rigor, si no hay dificultades, el toreo se diluye, se hace rutinario, monótono, igual, y pese a que el peligro sigue ahí, se acerca a otros espectáculos con los que no debería tener nada que ver. Las dificultades las plantea el toro. Así debe ser. Si vienen por la impericia del torero ante el toro sencillo, damos un paso más hacia el fin de la fiesta, desde dentro, por consunción, sin necesidad de enemigos exteriores. Y si para que haya toreo tiene que haber dificultades que resolver, el toreo tendrá que hacerse con el toro capaz, por su comportamiento, de plantearlas. Nuevamente lo ya dicho: con el toro automático, el toreo se diluye.

Toro de Victorino Martín
El toro planteará dificultades por bravura, por mansedumbre, por fiereza, por casta, por genio, por raza, por sentido, por fuerza, por debilidad, por poder, por rajao, por enterarse más o menos, por su comportamiento cambiante o por las distintas combinaciones que de todo lo anterior puedan darse. Y además por lo que se le haga, por la lidia. La lidia mal hecha aumentará las dificultades, la lidia bien hecha será decisiva para encauzarlas, limitarlas e incluso resolverlas. Torear es por tanto, en primer lugar, dar la solución técnica a los problemas que pueda plantear el toro, y mayor interés tendrá esto cuanto más variado sea el comportamiento del toro. A comportamiento variado, problemas diferentes y soluciones distintas. Es decir variedad en el toreo. Con la variedad de comportamientos la tarde escapa de la monotonía. El ganadero trae seis toros de la misma camada, pero cada uno tendrá un comportamiento propio. Si es un requisito de buen ganadero que la corrida esté bien presentada, es decir que exteriormente los toros se parezcan, que haya coherencia entre el físico de cada uno, en cambio no es exigible que el comportamiento sea el mismo. Por nuestra experiencia, esa igualdad de comportamiento suele conseguirse únicamente a la baja, descafeinando. En presencia de casta, de raza, suele mantenerse la variedad. Suele ser excepcional que los seis tengan el mismo genio, la misma casta, la misma bravura, el mismo poder, aunque puedan parecerse. En cambio es más fácil, igualando por abajo, descafeinando, que los seis se caigan, que los seis se dejen pegar en el caballo sin presentar batalla, que los seis acudan a la muleta de forma más o menos pastueña.

Ante la variedad, elegir el recurso técnico adecuado es un reto para el torero. Exige que el torero conozca el ganado, que sepa ver el toro y entender su comportamiento. Exige por otra parte que conozca los recursos técnicos de que puede disponer. Y exige que aplique correctamente a una dificultad bien diagnosticada –en pocos minutos- un recurso técnico bien elegido.

Volviendo a la tarde de ayer: con la muleta retrasada a la altura de la cadera, será difícil embarcar el viaje de un Albaserrada, toro rápido, que se entera pronto y ve mucho. El torero se dejará ver y las dificultades aumentarán. La muleta por delante, baja, barriendo la arena, tapando la cara del toro permitirá tirar de el con mayores garantías aprovechando lo mucho que suele humillar este encaste. Para eso habrá que colocarse en unos terrenos muy comprometidos dónde no se debe dudar. Esta es la teoría. Luego habrá que  ver. Si una vez encontrada la solución técnica ésta se ejecuta según los cánones y además con una estética, unas formas, unos aires, una torería, pues entonces se producen, primero, esos silencios de Las Ventas que son únicos y luego, esa reacción del público como si las veinte mil voces fueran una. El que diga que torear es fácil miente como un bellaco y falta al respeto que se merece todo aquél que se enfrenta a un toro, más por supuesto si se enfrenta, como ayer, al toro variado, por llamarlo así, que si limita sus apariciones a medirse con el triste toro automático, el toro del telemando, por entendernos y sin ánimo de chanzas.
Toro de Adolfo Martín,
lidiado el jueves.
Por lo dicho anteriormente se entenderá sin dificultad que quien se acerca a la plaza a ver triunfar a su ídolo, como un forofo del fútbol; quien viene a la plaza a ver todas las tardes cincuenta muletazos dados como quien hace ejercicios de estiramiento; quien explica lo que sucede con lo de “este toro no sirve”, “con ese ganado no ha podido estar a gusto”; esa persona viene a ver un espectáculo completamente distinto a lo que nosotros entendemos que son los toros. Es un espectador que viene a  ver todas las tardes la misma faena. Y que a menudo se aburre. También nosotros a veces, con el previsible toro automático que  va y viene, milagro de la selección genética, como un autómata, como un juguete mecánico, acabando con lo imprevisible, con la sorpresa, con la grandeza del espectáculo. No quiere decirse que no se pueda seguir a un torero ni entusiasmarse con sus actuaciones. Pero ese entusiasmo tendrá sentido si es proporcional a la capacidad del torero para resolver una variedad de dificultades, en primer lugar, de poder a todos los toros, y luego de emplear esa técnica sin que se note, construyendo en el momento una faena completa, hilada, dotada de sentido, según los cánones, con el conocimiento y la sencillez de la obra bien hecha, que será a veces superior, cuando se junten toda esa variedad de elementos que pueden hacer de una tarde de toros algo único.
Hasta aquí. Se hace lo que se puede oiga. Y seguro que el amigo Pulardo me canta las cuarenta.

Para el Heraldo de Nava, 

Genaro García Mingo.

miércoles, 29 de mayo de 2019

Tarde de toros (imágenes).

El café de antes.

La candidata.


El ruedo a la izquierda.

El ruedo a la derecha.


EL TORO.

Entre dos lances.

Por si acaso.

Los toros desde la barrera.

Libertad en Las Ventas.

El aplauso.

El triunfo.

Caudillo difuso, entre licores.