martes, 8 de mayo de 2018

EL PELAGATOS RABIA (una de cigarropipismo). Cortesía comos es habitual de Calvino de Liposthey.

[Una nota sobre tabaco extraída del dietario del gran polígrafo custodiado por el señor Liposthey.]

Todos los fumadores de pipa, inconscientemente, aprietan las nalgas al fumar porque tienen el secreto temor de que venga alguien y con la pipa les haga cierta cosa nefanda.



Cuando el pelagatos enciende un habano y a la tercera calada se da cuenta de que no quema parejo, se enfada. Mira el cigarro, sopla sobre el pie del tabaco tratando de extender la combustión hacia la parte que no se ha encendido. Se disgusta, se impacienta. Enseguida asegura que el cigarro está mal fabricado, que no ha sido bien torcido. Habla de castigos ejemplares. Es posible, a veces, que exista un pequeño nudo que afecte a la combustión porque impide que el tiro abarque todo el cigarro. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la culpa la tiene por supuesto la impaciencia del pelagatos que no se toma las cosas con calma ni presta atención al momento importante que es encender. Varias soluciones son posibles: el vecino del pelagatos puede sacarse del bolsillo de la chaqueta unas gigantescas tijeras, de esas de sastrería, y con un golpe rápido y seco, procurando no llevarse las narices del energúmeno, cortar el cigarro del pelagatos por la mitad, si es posible más cerca aún de la cabeza del puro, es decir de los morros del quejica. Esto se debe hacer con rapidez y una sonrisa fría, soltando la frase siguiente: Ya verá usted como ahora todo va mejor. Y no se queje más por favor.

Una alternativa también violenta seria levantarse, quitarle al pelagatos el cigarro de la boca y tirarlo al suelo para a continuación pisarlo con rabia infantil. ¡Ya verá como ahora no tiene problemas de tiro!

Más señorial sería acercarse con educación y ofrecer al atroz sujeto que abandone el puro que no consigue fumar correctamente y que elija uno de nuestra gran petaca de cuero de Rusia generosamente tendida. Sin que por supuesto este gesto pueda dar pie a tuteo de ninguna clase. Le pediremos a Herminio que lo encienda para el señor. No, no proteste, Herminio lo hace como se hacía antes, algo que veo usted desconoce. Herminio encienda el cigarro. Herminio acerca la llama al tabaco, lo mece suavemente y cuando se produce el humo con rapidez corta la perilla y se lo tiende al pelagatos asombrado, para que este tire del cigarro hasta asegurar el encendido definitivo.
Pero de todas las soluciones, sin duda la mejor es enseñar al pelagatos a encender el cigarro correctamente.

Comentario a un comentario sobre un artículo de blog, puesto al día entre corchetes irrascibles.


Genaro García Mingo 09/06/15 15:16

Desde luego que el tema es interesante, pero requiere mucha sutileza y matices su tratamiento, tanto en el análisis que no es nada sencillo (enhorabuena por el intento) como en los comentarios. Aunque yo preferiría que se usaran afirmaciones demostradas y no  generalizaciones abusivas y tópicos. Si empezamos con "la sempiterna incultura española" del comentario vamos mal. Supongo que Falla, Turina, Albeniz o Granados si que se habían parado a escuchar a Liszt, a Schubert o a Brahms, vamos digo yo. [Comentario adicional en una tarde violenta: ¡Vamos digo yo! y tiene suerte de que esto sea una charla digital, si no saltaba la barrera armado con un leño de encina y te repasaba los lomos a palos, leña, leña, leña.]

jueves, 3 de mayo de 2018

Tipos circulistas. Una conferencia de Alcides Bergamota. Parte I.


TIPOS CIRCULISTAS
[Sobre la pantalla del auditorio se proyecta la cita siguiente:
“Los que hoy vivimos no tenemos a quien imitar sino a quien sufrir”

Diego de Torres Villaroel
Visión y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte.]


He aceptado dar esta pequeña charla en el marco de estas jornadas deleznables con el firme propósito de contribuir poner remedio a la verdad que expresa la cita que la encabeza, aunque nada firme dura. [La dicción no es del todo precisa, pero se le entiende con claridad]. No le falta razón a don Diego de Torres y si sólo se sufriera por la falta de ejemplaridad pública, contentos estaríamos, pero es que además somos acosados de forma casi cotidiana por un sinfín de mentecatos, en forma de personas físicas, personas jurídicas e instituciones administrativas, a menudo combinadas entre sí y avanzando con estrategia coordinada [Se levantan entre los asistentes los primeros murmullos, por el momento denotan perplejidad. Se ha oído claramente un ¿Pero que dice este tío?]. Y estamos solos. La sátira española ha ido desapareciendo para dejar paso a una cosa a la que hay que referirse con la palabreja “buenismo” [El conferenciante escupe a un lado por la comisura de los labios y se pasa la manga del traje por los labios ¿o deberíamos decir los morros? Se oyen varias interjecciones y gestos de desaprobación, la primera fila ha dado un respingo]. Esto del buenismo que ha colonizado los medios de comunicación de masas y la mente de las masas es una cosa cretina, acrítica, roma y pringosa. [Crece la agitación, el personal se yergue para prestar mayor atención. El conferenciante hipa]. Don Diego de Torres es el autor del libro “Sacudimiento de mentecatos habidos y por haber”, con el que el la gente decente del siglo XVIII pudo sentirse reconfortada. Pero ha pasado el tiempo, y hoy el nuevo índice de libros prohibidos funciona a pleno rendimiento, extendiéndose a las ideas. Dan el tono las tontiministras, las culibajas de cuota, zerapias, feotas, odiosas. Así que el saldo es negativo por el momento. Pero no hay que dejarse arrastrar por la ola de necedad, ni desanimarse, achicamos agua con energía y proponemos remedios. [La agitación es completa. Se ha oído un “¡decente lo será tu padre!”. Un lacayo de la fundación ha salido corriendo del auditoría para dar aviso al ayuntamiento de lo sucede. El conferenciante agita los brazos en alto para hacer callar a la gente y parece que la ola queda por un rato contenida].

El modesto propósito de esta charla, y de las que seguirán a la vista del interés que parece que suscita, no es más que presentar a la juventud despistada modelos ejemplares a los que poder asirse en momentos de zozobra. Personajes virtuosos, rectos, de integridad evidente, a veces limitada a un campo en el que su excelencia resulta obvia. A veces, como en el caso del personaje que presentamos hoy, nos limitaremos a proponer un sencillo ejemplo de prestancia física, de cuidado estético, de noble porte, que pueda servir de remedio para jóvenes descarriados (de esos que enseñan a la par el calzoncillo y la hucha de los ahorros) o desaliñados provectos (de los que seducidos por el horror contemporáneo piensan que ha llegado el momento de abandonar la corbata). [Nuevo rebrote de indignación y primeros silbidos, pero por encima de los silbidos se oyen fuertes aplausos. El fondo de la sala se ha llenado de gente de lo más atildada. Todos llevan corbatas estrictamente anudadas, trajes bien cortados, alguna chaqueta de tweed, pelo corto peinado a raya la mayoría, sombrero otros. Se ve incluso un inexplicable abrigo loden - de color verde como se sabe-. Aunque la mayoría son bastante jóvenes, todos parecen aquejados de algún problema locomotor pues cada uno de ellos, sin excepción, agarra con fuerza un grueso bastón nudoso].

[El conferenciante prosigue.]

 Una galería de personajes, en fin, que delimiten ese tipo humano, físico, estético, incluso espiritual, que admiramos, con el que nos sentimos sanamente identificados y un poco más acompañados en el cotidiano batallar con la piara social. [Nuevamente gritos y silbidos tapados por los aplausos que llegan desde el fondo de la sala y hacen volver la cabeza a las juventudes progresistas. Desde que ha empezado la conferencia saltan como grillos sobre sus asientos.]

[Se proyecta la siguiente fotografía que el conferenciante pasa a comentar de manera prolija].

Las cualidades de nuestro tipo ejemplar de hoy son evidentes. No necesitan comentario, son obvias, muchas y magníficas y saltan a la vista. Sin embargo, nos piden un esfuerzo justificativo de la elección, unas líneas. Piensa quien les habla que el despiste es mucho, mayúsculo. Muchos podrían quedar con la mandíbula descolgada contemplando la fotografía sin entender nada, con el hilillo de babeja a punto. Evitemos semejante estampa y situación tan embarazosa. Expliquemos por qué nuestro amigo, ya lo es un poco, merece figurar en esa galería de tipos escogidos en lugar preeminente. Vamos allá. [Desconcertado el auditorio por la fotografía se ha hecho el silencio, pero se masca la tensión. Se han unido al grupo del fondo dos personajes también atildados, ambos con corbata de lazo, lo que irrita especialmente a la juventud progresista e incluso a la que no lo es. Su problema locomotor debe ser, por la edad, más grave, porque sus bastones son verdaderamente gigantescos.] Continuará.

viernes, 20 de abril de 2018

Tipos Circulistas: una conferencia de Alcides Bergamota. Introducción.


Nuevamente debemos agradecer a la paciencia y tenacidad de Calvino de Liposthey el haber rescatado esta conferencia de las primeras con que se dio a conocer el gran polígrafo. Seamos indulgentes con el texto que adolece de los defectos propios de la juventud y de las circunstancias en que se escribió. Dejemos que Calvino de Liposthey nos ponga en antecedentes.




Una conferencia de Alcides Bergamota El Grande: Tipos Circulistas.
Introducción, por Calvino de Liposthey, editor.
 
Se encontraba Alcides Bergamota en una época de tribulaciones personales, incluso, porque no decirlo, en plena zozobra. Separado de su mujer que había iniciado la consabida batalla legal, y completamente desorientado, había caído en las redes de Toñi la Roja. Conocen nuestros lectores más aficionados a la petite histoire los detalles de esta relación que ya se han evocado de manera pormenorizada en otros episodios de la biografía del gran polígrafo. Sólo recordaremos, para que se comprenda mejor lo sucedido con esta conferencia, que Toñi la Roja era lo que podríamos llamar un animal del sistema. Entiéndase esto a derechas (dicho sea sin segundas). Toñi la Roja era una auténtica experta en drenar hacia su bolsillo toda clase de subvenciones, ayudas y subsidios, ya fueran otorgados por administraciones locales, regionales o nacionales. Por aquel entonces no había dado todavía el salto internacional ni lanzado su proyecto de ONG. Por el momento su golpe más sonado había sido la restitución a su asociación cultural -fundada en 1985- de bienes incautados en el año cuarenta, al terminar la guerra civil. La jugada había sido maestra, pues incluía un inmueble completo en el corazón de una ciudad de provincias. Retorcía el derecho con pasmosa habilidad, sirviéndose de las normas como un tahúr de una baraja de cartas marcadas. Y movía hilos, cientos de hilos, descomunales madejas tejidas con ficciones jurídicas, testaferros, entidades de toda clase, fotografías comprometedoras y grabaciones sonrojantes. Al parecer, su físico escultural había tenido mucho que ver en su ascenso fulminante. Precursora de la batalla social, en la época en que andaba enredada con un Bergamota hundido, su asociación para la defensa de la mujer discriminada y la lucha por la paridad se había metido en la buchaca una jugosa subvención. Se les había confiado la organización de una jornada cultural para la juventud progresista que tendría lugar durante la semana de fiestas de aquella capital de provincias. Había que llenar la jornada y que mejor que pedirle a un Bergamota en horas bajas y pasado de copas una arenga para esa juventud moderna, desinhibida, rompedora, folladora y guay. Perdonen, pero es que la cosa se planteó en esos términos. Toñi le plantó en el salón de sesiones y se largó a otra cosa. Lo que podrán leer a continuación es el resultado. Los incidentes que siguieron a la sesión, verdadera algarada que se había ido fraguando mientras un Bergamota calentado con bastante brandy soltaba su irónica provocación, terminaron con la llegada de la policía que se encontró la casa de la cultura patas arriba, verdadero campo de batalla humeante dónde nada quedaba en pie: butacas arrancadas, cristales rotos, cortinas ardiendo. Además, robaron el proyector.

miércoles, 18 de abril de 2018

Divagación. Al hilo del siempre brumoso perfil biográfico del gran Bergamota.


No hay duda de que los conocimientos pacientemente acumulados durante la época infausta en que tuvo que trabajar por cuenta ajena para ganar su sustento, habían provisto al gran Bergamota de un conocimiento del mundo de primera mano, práctico y feroz. Con un punto infecto, hediondo, desolador y otro hermoso, lírico, enternecedor, que de todo hay en la mesocracia burocrática. Había podido mirar a sus anchas, con todo el detenimiento. Un conocimiento al que no hubiera accedido aislado en las alturas de la soñada torre de marfil, o retirado en una ermita intelectual, en Coyoacán o en San Ángel…¿Perdone pero lo de Coyoacán y lo otro a que viene? Me entran ganas de mandarle a tomar el aire, pero se lo voy a decir. Es de un poema de Octavio Paz, cito de memoria. Lo he metido aquí a capón porque me gusta pronunciarlo en voz alta con el hermoso acento de los mejicanos refinados. Ahh... Ya sé que usted esto no lo puede entender, es lógico pues nunca le han presentado a ningún mejicano educado y es una pena para usted porque se pierde una gran obra de la Hispanidad. ¡Me zahiere usted sin piedad! Así soy yo, implacable tras años de servicio lacayuno. En cuanto noto debilidad ataco, como en el patio del más cruel de los colegios. Para compensar le diré que el título del poema es Vuelta. Hombre eso se agradece. ¡De nada, caray! Por su culpa nos hemos desviado de la cuestión inicial, que era proseguir con los apuntes biográficos del gran polígrafo.

Es lo que pasa cuando se escribe a escondidas y a salto de mata.

viernes, 13 de abril de 2018

LA MANZANA


Después de estos días de lluvia y nieve que nos han sumido como en una grisura parisina, de repente el sol. El paseante sigue con el abrigo puesto, pero se abrocha sólo el botón de arriba, el del cuello, y deja que el abrigo invernal se abra y deje pasar cierta tibieza que hay en el aire. Camina con las manos a la espalda. Con una mano sujeta los dedos índice y corazón de la otra y la brisa le peina a lo Napoleón, cierra los ojos para mejor sentir el primer sol de la primavera. Sobre la acera, una manzana de tipo starkin, roja, de apariencia pétrea, ocupa solitaria una plaza de aparcamiento y causa pasmo entre quienes la miran. Nadie la recoge por temor sin duda a que, si se tira de ella o se la patea, reviente la manzana en atronadora y bestial explosión llevándose todo por delante.

miércoles, 11 de abril de 2018

Comentario a un texto que no se enseña. Con manos en homenaje a J. Tardi.

Estos artículos, que utilizando un título literario cinematográfico en inglés podríamos llamar "Ford revisited", son estupendos. Pero a Ford no le hubiera gustado, con lo alérgico que era a toda pose artística o intelectual. La que adopta cualquier pelagatos cuando le entrevistan por haber emborronado una pared o ensuciado cualquier cosa, previo cobro de la preceptiva subvención. Así que es mucho mejor como titula usted, con el nombre del director seguido de la película que comenta. Coincido con usted plenamente, y creo que no es necesario insistir en todo lo que tan acertadamente usted destaca. Tengo verdadera predilección por el cine de este hombre que supo contar historias como nadie y plasmar en el cine y en sus personajes mucho de lo que personalmente se le escapó en vida. Los puñetazos sí, pero siempre un lirismo y una sutileza que resultan sobrecogedores. Lo más extraordinario, entre lo mucho, es todo lo que llegamos a saber de sus personajes y con qué rapidez: como son, como sienten, que les pasa, cómo evolucionan, lo que representan. Esto se logra a menudo con un diálogo breve, o sin apenas palabras. Me acuerdo ahora, en Río Grande, del momento en que cenan juntos John Wayne y Maureen O’Hara, toda la vida del matrimonio y todos los sentimientos de ambos están ahí, contados al espectador, con las miradas, con algunas palabras y un espléndido blanco y negro al servicio de dos actores de los que Ford saca lo mejor. La escena culmina con la serenata que les da un pequeño coro de soldados, con una canción irlandesa, claro. En la Taberna del Irlandés, tan distinta, están muchos de los rasgos apuntados: conocemos a los personajes como usted los describe y el lirismo surgirá en la comedia alrededor del sacerdote católico y de su iglesia con goteras. Volveré a verla esta semana. Muchas gracias por este paseo magnífico por la obra de Ford.
Atentamente,
Genaro García Mingo.