viernes, 7 de abril de 2017

DIVAGACIÓN

El agua mineral se sirve de forma tan ruidosa, a chorro libre, que cubre la voz del conferenciante. Una voz por otra parte débil, más para susurrar escondido que para arengar a las masas que tan necesitadas están de que alguien les grite. El poder de la gorda que se sirve litros y litros de agua mineral es tal, es como ver un elefante conectando la trompa a un surtidor, que remata la jugada dejando caer con fuerza terrible la enorme botella sobre la mesa. Ante el estallido vibra toda la sala, sus vecinos respingan, a un tío cursi se le caen las gafas y pone un mohín tan atroz que su vecino no lo puede resistir y violento le amenaza con un enorme puño cerrado. Pasado el momento, la onda de violencia provocada por el paquidermo con vestido de flores se extingue. Prosigue la charla sobre procesos. Hay que marcar las casillas, todas las casillas, con un lápiz y por orden… ¿Y si las marco con la minga no vale? Esto lo ha pensado el enano de delante, se ha notado, pero como es como los demás, se calla. Está sentado entre el largo y la gorda, el jirafa y la elefanta. En esta selva el viene a ser una hierba, una hierba, alta para ser hierba, seca, crujiente. En cualquier momento lo arrancan del asiento para zampárselo y aquí se arma una de miedo, con el enano pataleando por los aires, apretado por la trompa del elefante que lo agita como un sonajero para llevárselo a la picuda boca. Cuello de toro se está durmiendo. Es normal, ahora se están describiendo todas las casillas, cada una y su contenido. Hay ciento diecisiete. Es mejor marcarlas rellenándolas con un aspa, con un aspa. Con un punto no, porque es confuso. Al saludarle antes se notaba la falta de un dedo, un rasposo vacía que daba escalofríos. Seguimos con las casillas. Excelente exposición sustentada por todos los hábitos verbales del anglosajón para quien todo es global, mundial, todo son lecciones aprendidas, mejores prácticas, si, no, hacer no hacer… Con ayuda de unos buenos carros de combate todas las artes salen mejor.
Al cumplirse la tercera hora de conferencia sobre procesos y casillas, y pese a la abundancia de agua mineral, ya han muerto dos oyentes. Uno se ha desplomado sobre la mesa, con la cabeza sobre el cuaderno. De forma bastante discreta, todo hay que decirlo. Como estaba sentado no se ha notado mucho. Parce que se ha quedado dormido, pero le sangran las orejas. Ha reventado por dentro en la casilla ochenta y dos, faltaba poco. El otro se desliza de la silla y cae debajo de la mesa, desaparece tragado, escondido por el mantel. No le encontrarán más que al día siguiente, al oponerse su grosura inerte al avance del aspirador. Hay un panorama de cráneos pelados, sobre gruesas nucas, con el cogote surcado de rollizas arrugas. Ya lo decía Pardo Bazán, nosotros vamos a los toros mientras ustedes beben solitarios hasta perder el conocimiento, perseguidos por sus ligas antialcohólicas.

lunes, 27 de marzo de 2017

El tabaco habano.


El tabaco habano es un concentrador. En la sociedad de la interrupción, definida de esta manera por el Gran Polígrafo en su ensayo sobre Internet, el tabaco nos mantiene quietos durante una hora, o durante dos horas, dependiendo de la calidad y tamaño del tabaco seleccionado. Durante esas dos horas, la compañía tiene necesariamente que ser sosegada, no caben incomodidades ni agitaciones, y la preferida suele ser la del libro de papel, si es necesario con un lápiz encajado en la oreja, para las anotaciones. No hay enlaces dónde pinchar, no saltan las pantallas, no se clica ni se arrastra, no hay zumbidos ni destellos, sólo el humo azulón que sube formando volutas para perderse fuera del arco de luz que la lámpara de luz delimitada. El humo y el arco de luz forman por tanto una doble protección para el lector afortunadamente desconectado. Los vaivenes del fumar – acercar el cigarro al cenicero, arrancar la anilla, tal vez volver a encender, observar el color y la forma de las volutas de humo, permitirán levantar un momento los ojos de la lectura, y dejar que la mente vague un poco por lo leído, lo masque y le de unas vueltas, para seguir al momento el viaje por las páginas. Le ha quedado muy fino, oiga.

miércoles, 22 de marzo de 2017

De los diarios de Alcides Bergamota el Grande: nacional catetismo. Cortesía de Calvino de Liposthey.

A la vista de los acontecimientos que desde hace años predominan en nuestra vida pública –hoy recrudecidos- no será exagerado afirmar que una de las aportaciones de nuestro actual régimen político a la España contemporánea es la exaltación del cateto. Triunfan y son el gran modelo social a seguir los enanos mentales, los cretinos localistas, los tontos del pueblo. Vivimos en plena magnificación del paleto, en la elevación a los pedestres altares laicos de la mentecatez, de la hemiplejia mental, del garrulismo, de la pequeñez mental, de la cortedad de miras, de la miopía mental, intelectual. Se cultiva con ciega pasión y grandes exhibiciones de estupidez la planta raquítica y seca, que aunque esté muerta, si es autóctona no importa. Puede decirse que, subidos a la ola de grandes ínfulas y superioridad moral que caracterizan el estado actual de cosas (el pasado no existe o era un erial), hemos pasado del nacional catolicismo al regional catetismo.
Alcides Bergamota el Grande

martes, 21 de marzo de 2017

Desdoblamiento.

Antonio Alcalá Galiano en sus Recuerdos de un Anciano, al referirse a la ciudad de Cádiz comenta lo siguiente: “Era muy de notar entonces la falta de vulgo insolente y soez”. Esta cita nos gusta mucho y la utilizaremos más veces, para zaherir, como arma arrojadiza de afilada punta y cortante hoja. Ha salido el cepogordista hace poco del Hôtel de Chaulieu, al cerrar las páginas del tomete de Balzac que se está endilgando. Y sin apenas transición, de nuevo se encuentra sumergido en las miserias del tráfico mercantil. Baretos y polígonos sustituirán a los salones dónde ha evolucionado durante unas horas. Una voz: está usted completamente enfermo, perdiendo la razón. ¡Calle hombre déjeme en paz! Decíamos, antes de que nos interrumpiera este memo que todo se lo debe a sí mismo, que con nosotros seguían todavía presentes las páginas de Azorín a las que nos hemos asomado, y las de Julio Camba. Julio Camba. ¡Con la falta que nos haría usted ahora, don Julio, para retratar a su manera a toda esa tropa de ganapanes, gentuza, horteras, plumíferos, vendidos y bellacos que pueblan con descaro y ordinariez sin fin nuestra vida pública! ¡Un paquete de libros! ¿Hay algo más delicioso que abrirlo al amor de la lumbre -que pronto volveremos a encender-, con ayuda de la fina hoja con la que abrimos los cigarros seccionándoles la perilla? La otra voz da un paso atrás. Para esta tarea, la de abrir el paquete, es necesario el silencio, una luz baja, que la chimenea cante y que el protagonista vaya tocado con un gorro de lana con borla y se ría por lo bajini de satisfacción. ¡Pero oiga eso es el retrato de un avaro, de un vicioso! ¿Y a usted que le importa? ¡Largo de aquí! ¡Ji, ji, ji! Genaro García Migo, Emperador, es nuestro encuadernador. ¡Y tiene un oficio sin par, es un artista de la nervura, un orfebre de la letra en oro, la pasta española, el remate de tela, la holandesa de colores! ¿Y no se pone musiquilla para la ceremonia esa de abrir el paquete de libros? Pues claro que si oiga, claro que sí. Teniendo en cuenta que llevo gorro de lana y estoy al lado de la chimenea que crepita, que todavía es invierno, que la sala está en penumbra y que me río por lo bajini, ¿Qué música cree que me pongo? Pues oiga, no sé. ¡Pues sonatas para violonchelo tocadas por un grillo amaestrado! Lo guardo en una caja de cigarros de la Habana, transformada en hogar para el gríllido. Vive en ella como un rey en su palacio, envuelto en los olores de la hoja del tabaco que agudizan sus facultades musicales. Era bastante fácil y obvio. Usted perdone. No esperaba nada de usted. ¡Que genio oiga! A nosotros nos gustaría ser es señor pequeñito que describe Camba “(…) un hombrecillo débil y violento, uno de esos cascarrabias chiquirritines, con los ojos saltones y los bigotes revueltos, que asestan puñetazos heroicos a las mesas de los cafés y luego comienzan a dar gritos porque se han hecho daño (…)”, pero mire, ni eso siquiera oiga, siervos de las tascas maléficas.

lunes, 20 de marzo de 2017

Pipismo psicodélico y otras ilustraciones alrededor de la pipa de fumar.

Y además, de regalo, imagen de personaje grueso y refinado que no fuma. Todas las ilustraciones de pertenecen a la colección Cepo Gordo, en depósito en la Fundación Tato, dónde se exhiben las obras en aclamadas exposiciones temáticas temporales.


1. Pipismo psicodélido




2. Pipas de escaparate.




3. Gordo refinado, que mira de lado.




4. Varios, incluye a Daumier, Genaro García Mingo Emperador y Luna Inglesa.








sábado, 18 de marzo de 2017

Andar.

Cae la tarde dulzona y se pone lentamente un sol que ya es, sin reticencias, de primavera. Se han consumido los cigarros, que hoy eran inmensos, habaneros, aromáticos, de mecedora y porche de blancas columnas, de buganvillas sobre la pared enjalbegada. Cantan los mirlos.


El caminante recuerda ahora los kilómetros durante los cuales, a ratos, ha sido peregrino. Un peregrino intermitente, cansado, por momentos, revestido de una cáscara casi impenetrable de ansiedades, de prisa, de números e instrumentos, partido en mil fragmentos inconexos que deshacen a la persona. Moderno al fin y al cabo. El camino, de alguna manera, ha puesto por momentos un bálsamo de sosiego. Sólo pasos y el aire, los Cristos de las iglesias, la ventanas cerradas de los tapiales, el silencio de los pueblos, las hileras de chopos, un puente. Por encima de todo, aquella señora a la que pedimos las llaves de la Iglesia. Rafaela, vamos a decir, la señora Rafaela. ¡Si no veo hijo! nos contesta al darle los buenos días. Aunque es temprano está levantada, ha bajado a encender el fuego de la estufa para calentar la casa. La casa quieta y limpia, en aquél pueblo silencioso que desde hace años, siglos, se extiende alargado a los dos lados del Camino, el Camino del Santo que lleva a la Compostela de Galicia. Abríguese señora que hace frío. Si es que no encuentro el manto, por aquí lo tenía. La entrada está en penumbra, en la gran cocina los rescoldos de la estufa ya palpitan. El caminante, que a ratos, cuando se acuerda, es hasta peregrino, pide permiso para entrar. Déjeme señora que me parece que lo he visto. Rafaela es pequeña, casi diminuta, encogida por la edad, tiene unas facciones hermosas, la piel clara, los ojillos cansados, rodeados de arruguillas de perfecto dibujo. El caminante se adentra un poco en la casa. Mire aquí lo tiene. Si este es. Es un manto de lana negra con el que se cubre la señora Rafaela la cabeza y los hombros. Cruzamos la calle y abrimos la iglesia que está helada. No coja frío señora. ¡Si es que estoy sin peinar! No se preocupe que cuando terminemos yo la aviso para cerrar. La iglesia en penumbra se llena. Se reza el Rosario, un misterio gozoso. En la calle un puesto ambulante vende a la expedición lo que tiene, asombrado su dueño por la abundancia de gente a esas horas, por los niños que corretean por las calles del pueblo hasta hace poco vacío. A lo largo de la nave imágenes de la Virgen y de santos, modernas, sencillas, amorosamente vestidas con ropas cuidadas y de una blancura que enternece, adornadas de flores. Las señoras del pueblo seguramente. Se hace la luz de repente. El caminante, que ahora está reclinado, levanta la mirada y ve cómo sale de la sacristía la señora Rafaela, pequeña y a paso corto. Ha encendido las luces y se sienta en un banco de la segunda fila. Se ha cambiado, se ha peinado, lleva ahora el manto de lana sobre los hombros y sonríe. Casi no se la ve de lo pequeña. Guiña los ojos, ¡es que no veo hijo! El caminante se despide del pueblo, de la señora Rafaela, después de apagar con ella las luces del templo silencioso y de cerrar juntos la puerta al salir. Luego vendrá el párroco. ¡Buen camino, que lleguéis bien! ¡Uy toda esta gente! A cada paso, y aún ahora, el caminante lleva en la retina la imagen de los Cristos, de los tapiales mudos, de los pueblos silenciosos, de los páramos de la Tierra de Campos leonesa, perfilada por las hileras de chopos, del perfil, de un azul helado, a lo lejos, de los Picos de Europa. Y de la sonrisa de la señora Rafaela que nos abrió la Iglesia, casi de madrugada.

El Mundo


 EL TEMPLO











IMÁGENES DE LA ANTIGUA FE:
 


 SAN GERÓNIMO






Realismo... (San Juan escribiendo el Evangelio)

jueves, 9 de marzo de 2017

Vivir en Nava

Para que vamos a negarlo, vivir en Nava de Goliardos es una fuente constante de estímulos. Hace días que las mimosas han florecido anunciando la primavera. Pero sólo hoy han comenzado a soltar el embriagador perfume de sus flores, que atrae y marea a una tiempo, llenando las narices del paseante que instintivamente se despoja del abrigo y lo lleva bajo el brazo. Mimosas o tal vez la variedad de acacias que tanto se les parecen. Habría que contar los peristilos de las flores y oiga, no está uno para mancharse los dedos esta tarde. La mimosa no es otra que el aromo de las canciones de Atahualpa, las cantadas por Cafrune ya saben: …unos aromos en flor… La mimosa resulta que es australiana. Quien lo iba a decir. Los durillos parece que van más despacio, asoman las flores, pero todavía de un color pardo, esperamos a verlas blancas dentro de poco. Quiso Lentini Spotti invitarnos a una infusión de flores de durillo, pero no picamos. El durillo tiene como todas las plantas muchos nombres, un poco a la manera de Nava de Goliardos que es a veces Puebla de lo mismo. Nos gusta que pueda llamarse laurentina, o laurentino (¡que adecuado para los tiempos que corren!), durazno, laurel salvaje, laurel de los poetas. Hay otros nombre que nos gustan menos asi que no los mentamos. Pues yo tuve una perra que se llamaba Laurentina mire usted. Calle hombre, no siga por ese camino.

Como Mimosa y Durillo se conoce también a cierta parejita de Nava, que es escandalosa y se enciende con la primavera, a la sombra del durillo, al olor de los aromos en flor.

Pregunta Tato si ya es tiempo de declarar inaugurada la temporada oficial de musleo contemporáneo. La conclusión es que todavía es pronto, un poco de paciencia. Tiene que haber días grandiosos, no hay que exaltarse tan pronto, al primer atisbo, al primer gesto. Todo a su tiempo.