miércoles, 9 de noviembre de 2016

ACHO. Parte I.


ACHO
 
“Los europeos no se alejaban de la costa: de sus puertos, mesones y barcos; y sólo muy de cuando en cuando y a desgana se aventuraban a penetrar en el interior. (…) Y a pesar de que no se habían movido de la costa durante cuatro siglos, en todo ese tiempo había dominado en ellos el espíritu de provisionalidad, la estrechez de miras, y una manera de pensar de cara tan sólo al beneficio rápido y la conquista fácil. (…) Por eso mucho de aquellos enclaves europeos recordaban los barrios más pobres del viejo Liverpool o de Lisboa. En Luanda, que perteneció a Portugal, a lo largo de cuatrocientos años los portugueses no excavaron un solo pozo de agua potable ni iluminaron las calles con farola alguna”.
 
Ryszard Kapuscinski, Ébano, editorial Anagrama, 2016.
 
- Lo único que está claro es que el asunto Trump da para poco comentario
- ¿Pero cómo dice usted eso, oiga?
- Quiero decir que no hay nada que decir si abordamos el asunto desde el punto de vista con el que desde hace semanas lo tratan los medios en Europa. Dicho de otra manera, no he oído más que las mayores simplezas, una desinformación absoluta y sorprendente, y siempre en ese tono insoportable entre perdonavidas, fatuo y ñoño que es la encarnación de la total ausencia de espíritu crítico. Lo que dicho de Europa da una idea de la crisis en la que estamos sumidos.
- Hombre...
- Mire, ninguno de los que opina o escribe conoce Estados Unidos, ni puede conocerlo pues todo lo ven a través de un prisma deformante ideológico tan fuerte que es como una segunda naturaleza. ¿Cómo conocer un mundo distinto si no se conoce el propio? Es el hombre masa triunfante, meapilas, gregario, borrego y con todo esto, seguro de sí mismo, doctrinario, impartidor de la moralina de turno… A los que han estado allí sólo les sirve para citar el nombre de algún lugar conocido, que consideran imponente, mayúsculo (una tienda de electrónica, o de ropa para correr por la calle) poniendo acento de cateto, para deslumbrar al resto de la piara...
- ¿Hablamos de Trump entonces?
- Mire si no le importa volvemos a lo de Acho que me apetece más y además si trabajamos un poco a Doroteo a lo mejor el año que viene…

martes, 8 de noviembre de 2016

PALOS


A nosotros nos gusta mucho dar de palos.

Cambises García Lardón, activista en paro.

 

Las manos de palos que se pierden, no se pueden ya contar.

Alcides Bergamota el Grande, conferenciante, agitador, polígrafo, eremita.

 

 

Del cartel anunciando una corrida de toros para el 30 de mayo de 1836:

 

“Sigue la prohibición de los encierros públicos, y de que nadie arroje a la Plaza cosa alguna, ni baje a ella hasta muerto el último Toro. Se prohíbe también sin distinción de clases, con inclusión de la militar, el que pueda permanecer persona alguna entre barreras durante la función. Asimismo se prohíbe el uso de chivatas, palos o garrotes, y sólo se permitirán bastones de adorno. Las patrullas celadoras cuidarán de que tenga efecto esta determinación, y los contraventores serán corregidos como corresponde.”

 

Otro cartel anunciando un festejo en Madrid –corrida de la Beneficencia- para el día diez de junio de 1888. Se anunciaron cuatro espadas: Rafael Molina (Lagartijo), Manuel García (El Espartero), José del Campo (Cara-Ancha), y Rafael Guerra (Guerrita), con toros del Duque de Veragua. Puede leerse una advertencia legal semejante a la anterior:

 

“Se previene al público de orden de la Autoridad: 1º Que no se lidiará más número de toros que el anunciado.- 2º Que si algún toro se inutilizase en la lidia no será reemplazado por otro.- 3º Que está prohibido arrojar al redondel cualquier objeto que pueda perjudicar a los lidiadores o interrumpir la lidia.- 4º Que se usarán banderillas de fuego para los toros que no hayan tomado más de tres varas.- y 5º que nadie podrá estar entre barreras sino los precisos operarios, ni bajar de los tendidos, hasta que el último toro esté enganchado al tiro de mulas.”

 

Se ve que las costumbres se han suavizado y el público aquietado un poco, pues no hay referencias ya a garrotes y otras armas contundentes, con las que el público se tiraría al ruedo a lidiar por su cuenta o se daría de palos a la primera ocasión. En cambio, lo que en el segundo aviso trata de prevenirse es el lanzamiento de objetos perjudiciales. A falta de poder propinar garrotazos, lanzamos lo que se tercie. Por ejemplo un botijo. Lo que de uno a otro cartel no ha cambiado son los intentos por acceder al callejón de la plaza (“entre barreras”), suponemos que al amparo de algún conocido, de alguna “influencia”.

 

Como decíamos, las costumbres se han suavizado y hasta llegar a hoy, mucho. Habrá que alegrarse por ello. Pero a veces uno siente nostalgia. Hay tanto cursi en Las Ventas, tanta mula. ¡¡Que pena no poder ya calentarle los riñones al vecino, manejando con saña de aficionado apasionado un fuerte bastón!! ¡¡Unos bastonazos, sólo diez o doce, aunque sean de bastón de adorno!! ¡Y esto en Las Ventas que todavía es un sitio dónde hay criterio, dónde hierve la sangre, dónde hay raza, dónde no está todo perdido! ¡Si habláramos de fuera, garrote nudoso blandido a dos manos!

 

Tato

lunes, 31 de octubre de 2016

Mejor en cajas de veinticinco.


Querido Tío,
Ayer estuve con mis primitos, que claro, puesto que yo soy su sobrino, también lo son ellos, sus sobrinos. Ya ve como me enredo yo sólo. Como siempre que les veo, le doy el parte. Supongo que ellos, cada uno por separado, harán lo mismo. Pero a ellos no les haga mucho caso. Ya sabe que yo soy más objetivo y le cuento las cosas sin filtrar, y sin segundas intenciones, solo para entretenerle. Y también para que los otros sobrinos no le enreden, hay que reconocerlo. A ver si nos vemos los cuatro juntos y así nos ahorramos la correspondencia. ¿Qué cómo están? Pues que quiere que le cuente, como siempre, pero con más años. Yo le pongo el diminutivo a primos por cariño, pero los años son los años. Esto significa que están más gruñones y rutinarios y un poco más feos. Con la edad la verdad es que no mejoran. No son como el buen vino. A pesar de que van bien empapados siempre de los mejores caldos. No me malinterprete. Con esto no quiero decir que sean unos borrachines, sino que se cuidan. Se cuidan bien a pesar de que son quejicosos y se lamentan enseguida por una cosa o por otra. Que si esto, que si lo otro. Con la edad hay que reconocer que tampoco han cogido el empaque y la solera de los grandes destilados que también consumen con moderación más bien escasa. Si acaso algo de la forma de las botellas redondas y panzonas y el color tirando a verde. Andan metidos en sus rutinas, como viejos funcionarios de remotas provincias y cualquier novedad les altera, les perturba, les hace dudar. Andan temerosos y timoratos, cada uno en su estilo, sopesando, calculando, suspirando. ¡Cuánto tardan en decidirse! Les falta poco para ser los reyes del parque de al lado de casa, con su kilo de alpiste. Pitas, pitas, pitas. Ya ve como está el patio. Tampoco se tome todo lo que le cuento al pie de la letra. Aunque mi descripción es precisa, rigurosa y objetiva, cargo un poco las tintas para darle color. ¡Claro que hablamos de usted querido Tío! Seguro que se estaba preguntando eso. Es un tema con el que se animan los dos y hasta se les encienden los ojillos y sacan una chispa de ingenio. Por un momento se les quita el aire de portera vieja. Aunque no siempre les entiendo las gracias. Ya sabe que discurro con parsimonia y ellos son más acerados y malignos. Por ejemplo, cuando dijeron eso de “A ver cuando se retrata el viejo lagarto”. Me quedé un poco sorprendido. Nunca se me ha ocurrido compararle con un lagarto y menos con un lagarto viejo. ¡Usted está hecho un crío querido Tío! Me quedé pensando. Se me aparecía la imagen de usted y sobre ella, adoptando sus rasgos, alternativamente se superponían el lúbrico león, rugiendo en la sabana, vigilando a las hembras, lánguidamente tumbado a la sombre de un árbol; el alegre y zumbón moscardón, un algo molesto es cierto, y como antihigiénico; y el enfurruñado gorrión copulador, de plumas grises y revueltas, dando brincos furiosos. Me quede un poco absorto pensando en todo esto, con tanta carga testicular. Ellos, malignos como le digo, esperaban que se me cayera el hilillo de baba. Pero no. Luego el gorrión se zampó al moscardón que daba alaridos y el león apresó al gorrión bajo su enorme pata relamiéndose y entonces volví en mí. Claro, ¡no se retrata porque no hay pintor que pueda hacerlo! Hoy el retrato clásico no se lleva ya como antes. Usted querido tío, para retratarle, no merecería menos que un pintor como Pepe Gutiérrez Solana. Ya estoy viendo la pintura: espesa, negra, con usted en traje de pana negra también, con aire de sacristán fúnebre, cetrino, y boina encasquetada hasta las orejas, tapando su pulido cráneo. Por Gutiérrez Solana tengo auténtica debilidad. Más aún como escritor. Describía el otro día un baile de máscaras protagonizado por gente baja y tiorras, cruzando un desmonte por Ventas, y me vinieron a la mente los primitos, sus sobrinos. Allí estaban, cada una con una máscara a cual más fea y graciosa. Una de borrico y la otra de marrano. Hacían ruidos mientras bailaban siguiendo el entierro de la sardina y bebiendo morapio. Ya ve usted las cosas de la imaginación. Les dije que Pepe Solana ya estaba muerto y que seguramente por eso el Tito, el querido Tío, no se retrataba. Se les puso una cara como agria, ya sabe cómo son en cuanto no se les hace la pelota. ¡Sólo les gusta que les rían las gracias! Se pusieron a murmurar. Dijeron algo como que “a retratarse al Serengueti”. Me costó un poco reaccionar. He consultado el teléfono. Se trata de un gran desierto. Lo recorrió en coche un periodista polaco en los años sesenta. Está por las cataratas Victoria, en el África. El polaco dice en su libro que aquello es como el jardín del Edén antes de la llegada del hombre, la Creación en el momento anterior a que Dios pusiera a Adán. Así que vea usted como le quieren los sobris. Para ellos es usted el nuevo Adán del Serengueti. Le ven a usted allí, entre las fieras, como gran padre del Mundo, en pelota picada. Esto último es lo que no acabo de ver. Pero no quise preguntar más porque no paraban de refunfuñar abriendo mucho los ojos y mirando como enfurecidos la caja que me dio usted ayer. Estoy muy contento. Aunque me gustan más de veinticinco, ya la se lo dije querido Tío, tiene usted mala memoria. Hoyo de Monterrey siempre me ha gustado. Se lo dije a los primos. También les dije que es la segunda vez que me regala Hoyo (abrieron un poco más los ojos) pero que en la variedad está el gusto y que para la próxima vez, es mi santo enseguida, le he pedido Partagás. Me gusta mucho Partagás. Acuérdese querido Tío, en caja de veinticinco y cuanto mayor el calibre mejor. Acuérdese de la que me regaló para mi cumpleaños, esos cigarrones grandes, los Lusitania. La caja es preciosa y como es tan grande la tengo llena recortes de prensa, lápices y caramelos, con un compartimento para cada cosa que fabriqué pegando las láminas de cedro de las cajas que me ha ido regalando, querido Tío. No sé porque los primos iban poniendo mala cara. Sinceramente, y aunque no me gusta decir estas cosas, creo que tienen envidia de mi afición a las manualidades y de lo bien que se me dan. Ellos aficiones, ya sabe, más bien pocas. Quejicotear. Eso sí, el fumeque les gusta. Eso sí, y mucho. Vea si no. Me preguntaron con mucho interés y con una sonrisa, bueno, media sonrisa, que los cigarros dónde los tenía, que me querían ayudar a conservarlos bien para asegurarse de que no se me secaran. En el fondo son buenos chicos. Les dije que no hacía falta, que los cigarros en casa no se secan porque me los fumo todos. Se quedaron como pasmados. Como no decían nada me despedí muy educado. Hemos quedado en vernos pronto así que enseguida le volveré a dar noticias, querido Tío. Las reuniones familiares son algo estupendo. Esperamos contar con usted la próxima vez.

Reciba un afectuoso abrazo de su sobrio preferido,

Genaro G.M.

(Post data: acuérdese que son más bonitas las grandes cajas de veinticinco cigarros que las de diez).

sábado, 29 de octubre de 2016

Triscando entre lecturas.


Está usted un poco obsesionado, todo bajo ese mismo prisma respecto a España. Es que son tantas las bobadas… Ya, pero es que esas lecturas extranjeras podrían darle a usted un aire sofisticado, un fuste intelectual que se pierde al volver siempre el ojo hacia la piel de toro. ¡Se pierde lo cosmopolita, lo internacional…! ¡Vivimos tan a gusto pensando que todo lo de fuera es mejor, que es perfecto! ¡Y viene usted con su boina y su garrota chafándolo todo!
Edmundo Burke escribe y publica su famoso libro Reflexiones sobre la revolución en Francia entre 1789 y 1790. Es por tanto contemporáneo de aquellos hechos que se calcula llevan a exilio –no hablamos de guillotina ni de paredón- aproximadamente a trescientos mil franceses. Y escribe Burke refiriéndose, claro está, a la Revolución: “En los jardines de su academia siempre se termina viendo sólo patíbulos, se mire por donde se mire.” (…) “Ningún público asistente al teatro en Atenas toleraría lo que se ha tolerado en la triunfal tragedia de este día triunfal: ver al actor principal sopesando, por así decirlo, en una báscula que cuelga en la tienda de los horrores, los crímenes de hoy con las posibles ventajas del mañana; y después de poner unos y otras en sendos platillos, verlo declarar que la balanza se inclina a favor de las segundas. El público de Atenas no toleraría ver los crímenes de la nueva democracia presentados como ajustes de cuentas frente a los crímenes del viejo despotismo.”
 
El editor de Baudelaire fue Auguste Poulet-Malassis. El apellido incluye un juego de palabras obvio en francés que podría traducirse al español como pollo mal sentado. De hecho, su amigo Baudelaire le llamaba “Coco Mal-Perché”. De toda la labor editorial de este buen señor hablaremos otro día, porque lo que hoy nos ha divertido es esta frivolidad del juego de palabras, ustedes perdonen, pero es que no damos para más.
 
Y llegando al poeta, a Baudelaire: de 1855 es su diatriba contra el progreso, en tantos aspectos tan sugestiva. Incluye cosas como ésta: “Il est encore une erreur fort à la mode de laquelle je veux me garder comme de l’enfer.- Je veux parler de l’idée du progrès. (…). Cette idée grotesque qui à fleurie sur le terrain pourrie de la fatuité moderne, a déchargé chacun de son devoir, délivré toute âme de sa responsabilité, dégagé la volonté de tous les liens que lui imposait l’amour de beau (…). Si hubiéramos hecho en tiempos el curso de mecanografía que nos propuso aquella rubia descarriada, transcribiríamos en un momento un largo extracto del texto de Baudelaire, gran detractor de la fotografía. Pero se nos cansan los dedos. La traducción al español de lo citado vendría a ser ésta: Se da todavía un error que está muy de moda, del que quiero guardarme como del infierno. Me refiero a la idea del progreso. (…) Esta idea grotesca que ha florecido sobre el terreno podrido de la fatuidad moderna ha descargado a cada uno de su deber, liberado toda alma de su responsabilidad, redimido la voluntad de todos de los lazos que le imponía el amor a lo bello. (…). Esto de traducir “beau” nos ha planteado dudas. Debería ser bello, o tal vez belleza en femenino.
 
Baudelaire sería procesado en 1857 por Las flores del mal, como lo había sido Flaubert por Madame Bovary: ofensas a la moral pública y a las buenas costumbres, multa y obligación de retirar del libro seis poemas Pero por favor, recuerden que históricamente la censura, la represión, el ánimo inquisitivo sólo son propios de España. No queremos que nadie se lleve un soponcio.
 
Baudelaire había nacido en 1821. Juan Valera en 1824. Emily Dickinson en 1830, murió en 1886. Valera fue excepcionalmente longevo y llegó al siglo XX. Baudelaire se quedó más corto, cosas de la sífilis al parecer, y murió en 1867. Al año siguiente salía de España Isabel segunda, camino del exilio, a Paris. Y en 1870 con la derrota de Francia frente a Prusia caía el llamado Segundo Imperio, abdicando su presidente-emperador Luis Napoleón. Víctor Hugo que llevaba veinte años en el exilio por su oposición a Napoléon “Le Petit” volvía ese año a Francia. ¡Pero no olviden que sólo ha habido exilio político en España! Adolfo Thiers defiende la forma de estado republicana porque, dice, es lo que menos nos divide. Y en efecto, al Segundo Imperio sucede la Tercera República.
 
Por la misma época, Emily Elizabeth Dickinson vive en Nueva Inglaterra. ¿Puede haber vidas más opuestas que la suya y la de Baudelaire o Valera? Para asomarse un poco al mundo de Emily es muy recomendable leer la introducción que preparó Carlos Pujol para su antología de poemas de la norteamericana, publicada por La Veleta, Granada en 2005. De hecho, para ser sinceros y quitarle a estos párrafos cualquier veleidad erudita, diremos que sobre Emily es lo único que hemos leído y que, además, siguiendo a Carlos Pujol, no queremos saber más, ahí están sus poemas: “los investigadores llevan muchos años dedicándose a hurgar y a escudriñar todos los recovecos de esta historia; así  han surgido una infinidad de datos no siempre fáciles de interpretación; y también conjeturas, sospechas, suposiciones biográficas que complican exasperantemente todo lo que nuestra curiosidad puede saber e imaginar acerca de Emily Dickinson y de los que la rodeaban.
Cualquier reconstrucción de una vida es fantasmagórica, cualquier biografía, por muy bien documentada que esté se mueve entre la novela el espiritismo. Entrar por efracción en el pasado, rehacerlo, juzgarlo, decidir acerca de mil incertidumbres que dejaban perplejos a los mismos protagonistas que lo vivieron tiene mucho de temeridad arrogante e indiscreta. Pero también necesaria para que se desvanezca el mito en el que se pierde la gran poesía. (…) Organizar con todo eso la explicación de una vida es una tarea que no puede ir más allá de dar puntos de referencia simplemente orientativos, dejando que los versos hablen con la mayor libertad posible.
 
Se estrena ahora una película sobre ella. ¿Debemos temernos lo peor o no? ¿Nos la presentarán como una lesbiana furiosa reprimida por un entorno familiar asfixiante, incluyéndola en la espantosa nómina de invertidos sobrevenidos que de forma incansable va confeccionando el lobby gay? ¿Está seguro de que usted mismo no está incluido ya en la lista? Es muy posible que usted sea en realidad de la otra acera y no lo sepa. ¿Por qué no prueba? ¡Guiñle un ojo a ese vecino seductor! Por si las moscas le apuntamos al club. Con los muertos la cosa es fácil porque les resulta un poco difícil defenderse. ¿Qué harán con Emily si a Goya le han hecho ya anti-taurino? Pero en fin, tal vez la película vaya por otros rumbos, no la hemos visto. En todo caso, ¿por qué no dejar en paz a Emily?
 
Y hemos sabido que se prepara otra película, esta vez en España, sobre Unamuno y el incidente en Salamanca al inicio de la guerra civil. Nuevo temblor. ¿Cuántas medias verdades, cuantos tópicos, cuantas mentiras y moralina estarán preparando para servirlas sin el menor rubor y con la mayor arrogancia?
 
En 1924 desde Muzot, en Suiza, Rilke escribe a Antoinette de Bonstetten para contarle que ya están aquí las primeras anémonas que ha recogido en las colinas y las describe con todo detalle, explicado lo que representan respecto a la estación del año. La letra t, presente seis veces en dos palabras. Y en Madrid, después de la lluvia de los días pasados, ha vuelto un verano, un verano otoñal, de veinticinco grados, en el que las flores vuelven a oler.
Fin.

Cosas nuestras, de aquí.


Se diga lo que se diga,

 qué bonito es un entierro,

 con sus caballitos blancos

 y sus caballitos negros,

 con su cajita de pino,

 y su muertecito dentro,

 con su cochero borracho

 y "to" el acompañamiento.

 Trincando el de la manguilla,

 trincando el Ayuntamiento,

 trincando el sepulturero,

 y esperando pa trincar

 Hacienda a los herederos.

 Se diga lo que se diga,

 Qué bonito es un entierro.

Tenemos que identificar al autor.

jueves, 20 de octubre de 2016

De los cuadernos de Alcides Bergamota (cortesía de la incansable labor de Calvino de Liposthey).


Un día señalado.
Aunque sin duda han pasado hoy cosas importantes, dignas de ser reseñadas, esto es lo único que hoy puede decirles el Cepogordismo, sinceramente, dos puntos, se abren comillas:
 
“Angus estaba plantando unos bulbos. Cuando se entrega a tales tareas le disgusta que le interrumpan”.
 
Es una cita, sabia, erudita, intelectual, ya diremos de quien, otro día.

lunes, 10 de octubre de 2016

Novillada


Fuimos ayer a los toros. Una novillada de encaste Carlos Nuñez. A nosotros nos parecieron bien presentados, escasos de fuerza sobre todo dos de ellos que se desfondaron, aunque sin llegar a naufragar la tarde, que tuvo interés. Uno de los novilleros fue vapuleado por sus dos toros. El primero de una derrote se lo subió al lomo, de dónde volvió a caer sin que pasara nada más grave. El segundo novillo –por hechuras eran realmente toros- le estuvo avisando toda la tarde hasta que al final le prendió de la misma forma y en el mismo momento en que lo había hecho el primero. Pero esta vez con más fuerza, más violencia, de manera tan aparatosa, tan a placer el toro que pensamos que lo había empitonado de verdad y que estábamos asistiendo a una tragedia. San Pedro Regalado estuvo al quite toda la tarde, y nuevamente se produjo el milagro de salir ileso, queremos decir, sin empitonar. Pero realmente lo interesante del lance es que, según nos parece, los dos toros le cogieron por la misma razón, y es que los dos iban sin torear, tan a su aire y tan poco sometidos que se acabaron por enterar de quien era y donde estaba el señor que a buena distancia se movía como haciéndoles la ola. El toro pasaba y el torero pasaba, el toro se paraba y el torero también, el toro arreaba y el torero tenía que arrear cediendo terreno, dando uno o dos pasos atrás, o los que fueran. No vimos parar, ni mandar. Y templar, templaba el toro. Hasta que harto y descubierto el engaño, se fue al bulto y no pasó nada más porque Dios no quiso.

 

Y a ese novillero que no sabe nada de su oficio, que en rigor realmente no toreó, el público de ayer le premió con una oreja. ¡Pero qué público! No nos entretendremos en describirlo porque sería faltar a la caridad. ¿Quién decía aquello de ¡que publiquito! utilizando el diminutivo para no decir más? Salvo que alguien del entorno del novillero haga algo por corregirlo, el premio que equivocadamente le dieron ayer conduce directamente a la cogida grave si no enmienda su actitud y se pone a torear. Otra cosa es que toreando de verdad, mandando y obligando al toro de verdad hubiéramos podido ver ayer tantos pases como ahora se dan. Es posible que mandados y obligados de verdad, por un torero en su sitio y dominador del arte de Paquiro, al menos dos de los seis animales, si no cuatro de los seis, se hubieran tumbado al tercer muletazo mandón. Entonces, porque no se sabe o porque no se puede, por una cosa o por otra, no se torea. Se corre la mano al son que marca el toro confiando en que su floja condición permita dar cuatro o cinco series sin problemas mayores, con un animal repetidor, mecánico y colaboradpr. Pero si el bicho saca un algo, una punta de genio, o de enterarse, o de lo que sea, que no sea seguir sobre los raíles de tren que parece que le han puesto, entonces, como va sin torear, ¡torero por los aires! Y gracias a que ayer sólo fueron magulladuras.

 

Y el público. ¿Qué entrada habría ayer en Las Ventas? ¿Dos mil, tres mil personas? Enorme cantidad de extranjeros, representantes de casi todas las naciones del orbe. El españolito que tenga quejas de sus compatriotas no tiene más que acercarse a Las Ventas una tarde como la de ayer para ver como son nuestros vecinos de otros países de Europa o la tropa norteamericana y asiática. Se le pondrán los pelos de punta. Entiendo que no es un consuelo, pero no deja de ser toda una experiencia. ¡Y eso que estos son los que van una tarde a los toros! Es decir que no forman de la masa radical-ecologista-vegana-antitaurina-animalista-animista. Es posible que pertenezcan a la tribu de tornillo en la nariz, adicta a la Diosa Salud, al footing, jogging, gimansing y al joputin, no podemos asegurarlo, pero al menos han tenido la curiosidad de acercarse a la plaza. Si además el españolito es cepogordista (pero entonces no será quejica, porque el cepogordismo no es llorón), puede rizar el rizo encendiendo entre ese público un habano, un habano pequeño, no hace falta que sea una gran trompeta. El experimento clínico en que consiste la observación de ese raro público alcanza entonces su paroxismo y surgen de repente todos los comportamientos característicos del modernillo cargado de derechos que pone caritas, hace aspavientos y toda clase de gestos. Sobre todo ellas fíjense, ellas, verdadera encarnación del tiorrismo contemporáneo. A nuestra derecha seis que parecen italianos. Menores de treinta y cinco. Pinta medianeja, pero no del todo desastrosa, cierto aseo, ni taladros ni a la vista tatuajes. La que ellas organizan porque en dos ocasiones se les arrima una volutilla de humo sutil es una cosa para filmarla. Por su supuesto el ceporgdista impertérrito lamenta no haber traía la mentada trompeta y una chimenea de cartón para dirigir el humo contra las tiorras. Ellos callan y no mueven un músculo, como avergonzados por las demostraciones de ellas que son las que seguramente mandan, como es hoy en día habitual. Podían haberse cambiado de sitio porque la andanada estaba prácticamente vacía, pero eso no se les ocurre. La cosa es montar el pollo reivindicando derechos que en este caso además no tienen. En el cuarto toro las tiorras se levantan y dan la señal de partida.  Ellos, cabizbajos, las siguen sin rechistar. Nos quedamos con la búlgara de delante que viene con una señora que parece ser su madre y un señor de grandes bigotes y potente nariz, de edad indefinida, probablemente su marido, de ella, no de la madre. A la búlgara le falta un diente. ¿Nos veremos así alguna vez, faltos de un diente? Va correctamente vestida con un detalle importante que le agradecemos: bonito zapato cerrado de color rojo. Es decir, no nos enseña los pies, que es algo tan desagradable y ordinario. Muchas gracias señora búlgara. Encantada al ver que se largan las tiorras italianas se enciende el segundo pitillo y hablamos un poco. Ha detectado que somos indígenas y nos pregunta en buen español alguna cosilla sobre el desarrollo de la lidia que luego traduce a su madre en búlgaro (asumimos que en un perfecto búlgaro). Cae la tarde y al subir las escaleras para llegar a la avenida de los Toreros nos damos un momento la vuelta. La plaza iluminada es un hermoso espectáculo, que transmite hoy una punta de melancolía.