lunes, 6 de abril de 2015

¡A lo negro, a lo negro!

- Los abencerrajes al oloroso seco.
-  ¿Pero qué dice?
- Mmmmmhhhm
- Será extranjero: What do you say?
- …gilipichis…
- ¿Pero cómo se atreve?
- Oink, oink...
- ¡Agh! ¡Un gocho!
- ¡Usted es un zampatartaletas!

domingo, 1 de marzo de 2015

Relación entre generaciones. Don Manolito y don Estrafalario. Desvarío.

Don Manolito acaba de cerrar el portón de casa y se está quitando el fuerte abrigo de paño local. Mientras cuelga la bufanda y se atusa el bigote mirándose en el espejo del perchero, va soltando la retahíla, seguro de que don Estrafalario está al quite. Don estrafalario se ha quedado esta vez, por un catarro que le molesta.

-            Ya estoy aquí, ¿Qué tal ese catarro?
-            No sea fastidioso y cuénteme el paseo, ya estoy mejor.
-            Vengo del Casino, de oír la conferencia del Gran Bergamota que hoy ha estado menos plúmbeo que otros días, aunque éramos cuatro. Ha tocado un tema bonito, aunque a usted y a mí, que somos viejos desde hace cien años, nos queda un poco de lejos. Cosas de padres e hijos, como la novela de Turguenev. Le he traído un suelto que entregaban a la salida, vea, vea que texto tan apañado.

Tiende a don Estra un folio de buen papel, que don Estra lee en voz alta:

La relación entre generaciones es sin duda uno de esos temas eternos, que siempre causará asombro y sobre el nunca será posible intervenir con alguna eficacia, tan sólo observar. En el caso de la relación entre padres e hijos, el asombro crece con la propia experiencia y lo inexorable de las cosas se hace más patente aún. Los hijos crecen y escapan, queriendolo unas veces, sin quererlo otras, inexorablemente, del molde que para ellos sueñan los padres. Cuando lo sueñan, claro. Digo sueñan, porque es frecuente que lo que los padres proyecten para sus hijos no sea posible realizarlo, por un sinfín de razones. Por falta de medios cuando se ha soñado con una educación esmerada; por falta de dedicación cuando la generación mayor está entregada, voluntariamente o a la fuerza, a sus propios quehaceres; por falta de coincidencia en los propósitos; por la carga genética – terrible cuestión ésta que se abordará con la atención que merece otro día -, porque el molde proyectado sea irreal, absurdo o tiránico, etc. Pero sobre todo por la radical libertad e individualidad que son propias del ser humano. No hay dos seres humanos iguales. Quizá sean aquellos hijos que viven una situación intermedia entre una orientación impuesta y cierto crecer a su aire, los que más suerte tengan, a los que más posibilidades se les ofrezcan. Siempre que sepan o puedan aprovechar sus circunstancias. Recibirán una tradición, incluso si esta es impuesta por el tesón y la autoridad de la generación anterior, y si son capaces de aceptar aunque se una pequeña porción de esa tradición, quedarán impregnados de todo lo que eso supone: Conexión con el pasado, sensación de continuidad, la riqueza de disfrutar de lo atesorado por generaciones anteriores (salvo, lógicamente, en el caso de descendientes de rastacueros). También es necesario que la generación mayor sea depositaria de la Tradición y consciente de ello, ya que si la ha dejado perder o se avergüenza de ella como a menudo suceded, entonces no habrá nada que transmitir (habría que esperar entonces el milagro imrpobable de los abuelos o que la planta enraíce sola, del aire del tiempo, por intuición, genética, carácter y capacidad de observación). Decíamos que esos hijos recibirán esa herencia que se les entrega y, a la vez, disfrutarán de un ámbito propio en el que poder desenvolverse con libertad, dentro de un campo marcado, hasta dónde sea posible, por esa Tradición. Tradición que a menudo les zarandeará con brusquedad para despertarles de la somnolencia que impone el presente, ese andar al son que tocan los tiempos, sin consciencia de pasado ni de nada que no sea la constante tiranía de lo inmediato. Y es que el impacto que reciben los hijos de los tiempos en los que les ha tocado vivir es fortísimo. Sólo en casos excepcionales tiene el individuo consciencia de sí mismo y de su tiempo y es capaz de observarlo y de observarse. Pero la tendencia gregaria, ovejuna, pedestre y primaria, es casi siempre irresistible. Y así se asombran los padres de verles desear y encarnar cosas que por completo les son a ellos ajenas, de verles hablar de maneras para ellos desconocidas, de verles pensar y creer manejando conceptos impensados, a veces radicalmente contrarios a lo esperado, de verles en definitiva crecer haciéndose personas, construyendo esa autonomía, esa personalidad que es única y distinta. Y los padres que, como Pigmalión, quizá inconscientemente, quizá sin querer, habían proyectado una imagen, ven como al crecer la obra que resulta es otra y sólo en parte son ellos los autores. Y es entonces el momento de ir aceptando, como viene, sin renunciar nunca a transmitir ni a corregir ni a discrepar, pero tampoco a asentir, reforzar y respetar, a esa persona entera y distinta, que va creciendo a su manera.

-           Apañado y sentido, ¿no le parece?
-           El padre democrático es un gilipollas.
-           Pero hombre don Estrafalario, a mí me parecen unas palabras muy sentidas, como le digo.

Mucho hace que no se aludía a las pavorosas aventuras intelectuales de don Manolito y don Estrafalario, por lo que convendrá volver a ellos un momento para dar nueva cuenta, aunque sea brevemente, de sus desvaríos y aterradores diálogos. Como siempre que volvemos sobre estos personajes, que hemos pedido prestados al gran don Ramón Mari, debemos advertir a los lectores más sensibles de la crudeza, tosquedad y rudeza de todo lo que les rodea, que puede ser ofensivo para la mente pusilánime y relamida. Por último, cuando decimos que sus aventuras son intelectuales, lo decimo sin segundas, pues creemos que no vuelan a menor altura que la mayoría de los que han sido calificados como tales –intelectuales- desde que la historia alumbró la feroz y sanguinaria revolución francesa, madre monstruosa de marxismos y demonios totalitarios.

-            Que quiere don Manolito, a mí esto de los afectos, me revuelve. Ya conoce mi divisa, ¡Palo! Se les cría y, mientras, que obedezcan. Luego, se les pasa la cuenta y cada uno a su sitio.
-            ¡Pero qué cosas dice, don Estra, sosiéguese un poco! No puede ser que le hayamos curado del ataque de progresismo bienpensante para caer ahora en estas rigideces. Ya sabe que con mi tendencia a la reacción, tampoco me conviene a mí exaltarme ni escorarme a estribor.
-            Calle don Manolito, es usted un blando, un tibio. …. ¡Usted me ha jodido don Manolito!
-            ¿Pero qué dice hombre?
-            ¡Si por curarme de mi manía progresista! Ahora me aburro. Echo de menos la falacia lógica, el exabrupto, el rodillo buenista, la demagogia en grandes dosis…
-            Pues pinte monas oiga, pero a mí no me reproche nada, que estaba usted echado a perder insoportable.
-            ¡Entrégueme las llaves de su casa don Manolito!
-            De ninguna manera don Estra, ¿pero que se ha creído?
-            Lo sabía, usted se niega sistemáticamente al diálogo don Manolito, es un intolerante.
-            Voy a sacar la recortada.
-            Que no hombre, que estoy curado de verdad.
-            El mundo es un asco don Estra.
-            No empecemos don Manolito, a ver si ahora cae usted. Recuerde usted a Foxá agradecido a José Antonio por haberle librado de las tertulias derrotistas y sovietizantes. No sea derrotista.

Al terminar la frase anterior, verdadero paradigma de la sensatez, faro indicador del camino a seguir, don Estra, por el esfuerzo, sufre un espasmo. Se le cierra un párpado, guiña tres o cuatro veces y acaba por abrir los ojos desorbitadamente. La mirada que empezaba turbia se hace dura, granítica, decidida. Luego grita rabioso:

-            ¡Hay que acabar con el joputismo triunfante!

Don Manolito quiere volver a la senda que llamaremos de Foxá, y hacer una llamada a la cordura. Pero cordura no aparece. Se le cierran los puños, se le sube el cuello de la camisa, le zumban un poco los oídos, se le nublan los sentidos, se tambalea unos segundos. Es la crisis. Cuando se recupera, parece otro. Todos los diques de contención han cedido, el agua lo anega todo y además, hierve. Grita:

-            ¡A los garrotes! ¡Leña a la canalla!
-            Así me gusta, don Manolito, ¡sin tibiezas! ¡Hecho un energúmeno! ¡Radical!
-            Un matonismo blando y de baja estofa reina por doquier en nuestra sociedad electrónica. ¡Hoy no hay categoría ni para repartir leña!
-            ¡Estopa!
-            ¡Cuatro manos de palos!
-            ¡El galleo del bú parece un gesto de hace mil años!
-            ¡Pues se lo vio mi padre a Joselito en Madrid oiga!
-            Por eso, carcamal, por eso es algo prehistórico.
-            ¡Oiga sin faltar!
-            ¡Yo falto si quiero!

Elevan la voz, llegan al berrido. Se les oye desde la calle de la que sólo les separa la tapia del jardín. Algún paseante hace amago de detenerse al oír los gritos.

-            ¡Lo cotidiano es atroz!
-            ¡Claro que sí, leña don Manolito! Saque el trabuco que se ha quitado usted veinte años… ¡Tanta contención es mala!
-           ¡Inversión y falta de respeto!
-           ¡Folleteo y blandenguería, todo revuelto en infame potaje!
-           ¡Y verduras en juliana! ¡Cualquier cosa, todo vale!
-           ¡Hay que rechazar las mentalidades aderezadas con brindis de sobremesa y regüeldo frío!
-           ¡Y el potaje obtuso!
-           ¡Todo es un revoltijo, una olla podrida de infamia!
-           ¡Una sopa monstruosa, un potaje negro hecho de mezcolanza hedionda!

Al ver salir despedidos de su mesa en la terraza a los dos comensales  a los que acababa de servir el primero, Amador, dueño de Casa Amador, la casa de comidas postinera de Nava de Goliardos, salió del local a ver qué pasaba. Era la segunda mesa que salía corriendo sin tocar el primero, algo completamente anormal. Se acercó a la mesa, miró los platos todavía humeantes y con una de las cucharas, limpia pues no se había usado, probó lo que sin duda era una de las grandes especialidades de su casa, el potaje de garbanzo pedrosillano, con calabaza. Delicioso, como siempre. El garbanzo tierno, en su punto, el aroma denso, refinado y sabroso. No en vano era uno de los platos que le habían dado fama y que contribuía al constante goteo de excursiones que se acercaban a Nava a comer en su casa, dormir en la parte del palacio de Doroteo arreglada al efecto y participar en la pequeña vida cultural del lugar: las conferencias del Gran Bergamota y los conciertos organizados por la la Condesa y Tato, en asombrosa combinación. Todavía se preguntaba por lo que había podido pasar, cuando el griterío del otro lado de la tapia se le hizo de repente inteligible, aclarando lo sucedido:

-            Está usted en vena don Manolito, leña con el pisto mental, el potaje de escándalo y sinvergonzonería en el que vivimos, la sopa de baba!
-            Es peor don Estra, es peor, ¡no sólo potaje infame, potaje hediondo, potaje tuberculoso, peor ¡Potaje de moscas negras! ¡Potaje mental de diabólicos zumbidos!

Hacía un momento que Amador, maldiciendo a sus vecinos, había vuelto a entrar corriendo a su casa y quitándose el mandil, después de llamar al ayuntamiento había cogido la escopeta y aporreaba ahora con la culata la puerta de casa de don Estrafalario. ¡Estos tíos me arruinan! ¡Ni una más! ¡No les paso ni una más!

-            ¡Abrid cabrones que os voy a dar potaje de plomo!

Con los golpes en la puerta, don Manolito y don Estrafalario, intelectuales, callaron de repente. Algo les decía que nada bueno indicaban. Con cada golpe les llegaba como un recuerdo a batas blancas, enfermeras, calmantes y sanatorio de la sierra. Don Manolito se había hecho responsable la última vez y ahora él había caído, contagiado de los delirios de don Estrafalario. 

-            ¿Ha oído usted don Estra? Otra vez Amador perdiendo los papeles, la gente no tiene medida.
-            Ni modales, ni contención. Desde luego don Manolito, este hombre es un exaltado.

La llegada del munícipe local, y al rato del médico con los calmantes, evitó lo peor.

-          Don Manolito, habrá usted la puerta a la autoridad.
-          De ninguna manera, enseñe primero la patita.
-          Está conmigo don Ramón con las recetas.
-          Que no abro.
-          Usted verá, viene de camino un grupo de sexis preguntando por ustedes dispuestos a todo. Van con camisetas apretadas.
-          ¡Qué me dice!
-          Yo había pensado que si ustedes nos dejan entrar, al ver en casa a la autoridad pasarán de largo y se librarán ustedes de las vejaciones previsibles si se deja a la masa a su antojo.

Se oye un gran silencio y al rato se abre la puerta. Pase usted primero don Ramón. Pasa don Ramón con el maletín negro. Al rato llega la enfermera contratada para estos casos extremos y vuelve la paz. Don Manolito y don Estrafalario dormirán hasta mañana y luego podrán pasar meses hasta que se presente una nueva crisis. Antes de irse, don Ramón y Quintín el Municipal han requisado un par de libros que estaban a la vista: el Manifiesto del Partido Comunista, Teoría del Golpe de Estado, de Curzio Malaparte; y un tomo de Nietzsche. También se llevan un taco de revistas de las llamadas de sociedad o papel cuché. Según don Ramón el origen de la crisis sin duda estará ahí.

Enfrente, Amador, sentado en la terraza está chiscándose un habano en compañía de Bergamota el Grande y de Tato. Bergamota con un habano como el de Amador, descomunal, y Tato con una pipa de brezo de cazoleta gigantesca. Por si acaso, Amador, hasta fin de mes, ha retirado los potajes del menú. Si total, ya estamos en primavera.

sábado, 21 de febrero de 2015

LA ENTREVISTA

-  Ha dedicado usted una biografía y una obra de teatro a la figura de Ramón Lluis García Vela. ¿Por qué?

-   Sin duda por tratarse de un gran artista polifacético.

-   ¿Un gran artista? Cuéntenos, ¿por qué le considera usted un gran artista? ¿Por qué recomendaría usted su música o sus libros al público o que acudan a la obra de teatro en la glosan su figura?

-  Mmmm. [Silencio embarazoso]. Bueno, es un gran artista porque es, porque es… ¡Porque es de mi pueblo! Es que somos del mismo pueblo. Por eso es.

- Ya veo. No sé si se da cuenta de que tal vez esa no sea un argumento demasiado solvente, demasiado sólido. Nosotros también somos ciertamente partidarios de zafarse del universalismo internacionalista, pero comprenderá que esperábamos una respuesta un poco más armada. La mera pertenencia a la misma patria chica no nos parece suficiente argumento…

-  ¿Cómo qué no? Ha sido un cultivador de lo nuestro, un defensor de nuestra especificidad.

-  Comprendo, ¿pero le convierte eso en un gran artista? El portero de mi casa también es muy específico en sus aficiones.

-  ¡Pero cómo lo pone en duda si recibió todos los premios (tots los premis) oficiales de su región, varias becas de la universidad, y diversas subvenciones de la concejalía de cultura y espectáculos de nuestro pueblo! ¡Un hombre que se pasó toda la vida experimentando! ¡Negándose por amor al arte a dar clase o a trabajar en la mediocridad del cotidiano ganarse el pan! Eso no era para él. Que bien supo entenderlo nuestra administración que tanto se desvela por la cultura. Su primo Genaro casualmente alcalde de nuestro pueblo y concejal de cultura estaba muy unido a él. Tanto que tenían una sociedad limitada juntos, la mitad del capital cada uno. Una gente muy emprendedora, verdaderos empresarios de la cultura si se me permite decirlo así. ¡Y todo por afán de progreso! Hasta una productora de televisión y un casting de artistas.

-  Me sorprende tanta atención por parte de la administración cultural porque hemos oído decir que además de ser autor de una obra más bien corta (novela y media, un poemario raquítico, una colección de canciones obscenas ilustradas por el mismo, y un opúsculo titulado “Posmodernidad y Dimorfismo, una perspectiva socioeconómica”) fue también autor de ciertas fechorías y era mala persona.

-  ¡Pero como se atreve a cuestionar a uno de los nuestros!

-  ¡Oiga que sólo le pregunto por el runrún de la calle! Al fin y al cabo soy periodista y esto es una entrevista para una publicación ligera. Al parecer desahogaba su frustración creativa -tenía las fuentes del arte más bien atoradas según parece- acosando al personal femenino de su alrededor. A una tal Mari Loli, administrativa del Ayuntamiento a cargo durante una temporada de la sala de exposiciones y de la colección de cerámica vernácula casi la deja turulata. Eso nos han contado.

-  Eso es una infamia.

-  ¿Pero no es cierto que le susurraba cochinadas al oído sobre lo que le iba a hacer cuando estuvieran a solas entre la cerámica y que la pobre mujer se tomó una caja de ansiolíticos y casi se va al otro barrio?

-   Nada, nada. La culpa era de ella, que iba provocando. Una tiorra de faldas poco recatadas, y encima se extraña. Menuda cara tiene la gente.

-   Pues al parecer hay un proceso penal en curso… No le digo más.

-   Veo que ha husmeado por todos lados, cual sabueso repugnante en busca de carroña…

-   ¡Oiga un respeto! Que yo no le he faltado. Sólo pregunto, que es mi deber.

-   Nosotros no comentamos la labor que hace la justicia. Mientras no haya sentencia callados, respeto, ¡respeto! Ya me dirá quien le ha ido con los chismes, como sea Nicasio el portero se va a enterar, a la calle. El progresismo y la delación no son compatibles. La Mari Loli era una fresca.

-   Las fuentes nunca se revelan. ¿Cómo que una fresca? ¿Pero qué expresión es esa? Mire que ya nadie habla así, de esa manera. Le puede costar un disgusto con las feministas.

-   ¡Pero que dice! Las feministas son compañeras y distinguen a la legua las provocaciones de una reaccionaria clásica de la agresión a una compañera de la lucha por la igualdad.

-  Bueno, bueno. Volvamos entonces a la obra de este señor. Los argumentos que nos da para justificar su condición de gran arte y alta literatura (o por lo menos de ser una cosa entretenida las novelas) nos siguen pareciendo melifluos y algo esquivos. Como se dice hoy en día, de poco peso…

-   A mí lo que me parece es que ya está bien de ningunearnos y de discriminarnos a los de aquí, con cualquier pretexto. Por ejemplo, esta entrevista en este idioma que es una cosa facha y opresora, ¡¡ya está bien de atropellos!! Hablemos inmediatamente en el idioma local, en lo de aquí. ¡¡Stop bullying!! ¡¡Je suis la Parla Local!! ¡A los tribunales por discriminador, por radical, por genocida cultural! ¡Cómo se atreve a cuestionar la obra de Francesc María Zagaza Tomares, uno de los performers más subvencionados de nuestra democracia, cabeza y alma de toda una red de artistas –sobre todo escultores de rotondas- diseminada y colocada por todas las concejalías, ayuntamientos, governs regionals, televisiones, diputaciós de este país! ¡¡No tengo porque tolerar que me avasalle un plumífero fascista!! ¡Usted nos ataca como siempre han hecho los de su especie, con este idioma y con la inquisición que desentierran contra nosotros en cuanto pueden porque somos diferentes y débiles! ¡Rectifique o llamaremos al dueño de su publicación ligera y se cerrará el grifo! ¡Ni publicidad institucional, ni subvenciones a la diversidad!

-  ¡Li Demana l'humils disculpes!

-  ¡Cómo! ¡En Catalán! ¡Pero por quien nos toma! Esto es una afrente más. Vamos a tener que revisar la deuda historic. En esta comarca nunca hemos hablado catalán, mucho menos español. ¡Nosotros no somos nosotros mismos! ¡Somos un producto de la partenogénesis cultural, hijos purísimos de la democracia! Sin mancha, sin pecado original. Nos deben una reparación. ¡Vaya preparando la chequera!

El periodista es zarandeado, se le echa fuera de la casa de cultura del Ayuntamiento con un terrible portazo. De camino al coche le sacuden además un terrible cantazo que casi lo deja seco.

A cargo del presupuesto público y con una generosa contribución del periódico en el que nunca fue publicada la entrevista, cuyo autor fue despedido, se estrenó hace unos días la performance Instants d'una vida sublim nostra en el teatro de la localidad. Por una lado un caro montaje audiovisual, a cargo de la productora vinculada con los promotores. Por otro, entreverado con las grandes pantallas, un espectáculo intermitente de baile sincopado, a cargo de varios actores que ejecutaron una reinterpretación de un bolero tradicional mientras declamaban párrafos del ensayo Posmodernidad y Dimorfismo. Como la Parla Local la habla poca gente y se entiende mal, se optó por traducir el texto al inglés que es más moderno e internacional. Estuvo en cartel un día. El día del estreno. La sala estuvo casi vacía aunque se habían vendido todas las entradas. Las compraron las diversas administraciones vinculadas con el sector cultural, la gestión del teatro, los deportes y el programa de mejora de la calidad democrática. Pero aunque las repartieron no vino ninguno de los agraciados. Normal, pues ninguno habla inglés y todos estaban un poco desconcertados por no saber si la obra versaba en realidad sobre Ramón Lluis García Vela o sobre Francesc María Zagaza Tomares.

lunes, 9 de febrero de 2015

MADRID (o MADRIT)

Cuando los tiempos son recios. Paseo por el glorioso sur de la espléndida ciudad. 


EL Sagrado Corazón de Jesús.




Los Reyes Católicos, Cisneros, indígenas americanos. 


ESTO LO REGALA MADRID, OIGA USTED.


RECIAS CONCLUSIONES

Adelantamos ahora las recias conclusiones de dos debates distintos, de los que más adelante daremos el detalle, la chicha, aquello que sucedió para que las cosas desembocaran en tanta violencia, en las dos atrocidades que ahora podrán leer. Esto se hace, lógicamente, para picar al verde de la curiosidad al improbable lector.

Primera recia conclusión de una escena oculta.

-          ¡Oiga que yo respeto la diferencia!
-          Es usted un gilipollas.

Segunda recia conclusión de otra escena oculta.

-          Ese es un gran escritor, un hombre profundo, siempre consciente de su arte, siempre buscando, ya me comprende, siempre reflexionando con la mirada perdida, admirable.
-          Créame se equivoca usted. Ese es simplemente y sin lugar a ninguna duda, un gilipollas, y usted también.

jueves, 5 de febrero de 2015

GALERÍA DE TIPOS FÍSICOS EXTINGUIDOS: ITALIA SIGLO XIX



Observen la elegancia de esas puntas que miran al cielo. ¡Y que decir de esa cabeza que es un perfecto huevo sobre un cuello duro que parece la porcelana de una huevera!

El mismo más joven, con pelo y corbata de lazo. Blancura inmaculada.



Federico de Roberto (el de la derecha) y Giovanni Verga (el otro, con sombrero y bastón). Dos tipos físicos que no volverán: la apostura del gran escritor reconocido, la actitud relajada del amigo que no acaba de triunfar y volverá a Sicilia, a ocupar un puesto de bibliotecario en su Catania natal.

Debajo, el mismo en una atuendo voluntariamente antediluviano, que hoy causaría escándalo y despertaría el odio de las masas mesocráticas, la extinción del tipo es completa:


Para terminar, portada de una de sus obras en edición italiana. Está traducida al español, editada por Gadir. Acantilado ha publicado Los Virreyes.