lunes, 20 de agosto de 2012

DESINFORMACIÓN, INTOXICACIÓN,CONFUSIÓN

El tan traído y llevado caso Assange me importa un pito. El individuo en cuestión es un pelmazo y al parecer puede que sea también un delincuente lo cual no necesariamente va unido pero suele ser más habitual de lo que se piensa.

En España, que es un yermo donde campa el analfabetismo voluntario y militante, determinados grupúsculos de la progresía están tratando de convertir el asunto en un caso de persecución de la libertad de expresión o algo parecido, tampoco se explican muy bien porque cada día los militantes son gente peor formada y claro no saben presentar los datos en orden y las conclusiones no merecen ni tal nombre. La aparición de Garzón en escena ha terminado por dinamitar cualquier atisbo de mínima seriedad que pudiera tener el caso. Garzón, que es un megalómano de manual, desacredita inmediatamente todo lo que toca o cualquier asunto en el que participa. Su intervención aporta a todo el asunto el tono chusco y  chapucero que faltaba para convertirlo en un sainete de quinta.

Lo único que me anima a comentar todo esto es el interés en poner de manifiesto la lamentable labor de muchos periodistas que dan pábulo a un asunto que es puro humo. Imagino que algunos lo harán por cumplir con la cuota ideológica, otros por dar la murga al "imperialismo anglosajón" y otros más porque no se han enterado de nada y así contribuyen a la confusión generalizada. 

No se engañen, aquí no hay agresión a la libertad de expresión, lo que hay es un tipo que trata de escapar de la justicia y una colección de aprovechados inflando un globo gigantesco con el que llenar páginas digitales y de papel y de paso echar un poco más de tinta para que no se hable de otros asuntos que si son realmente importantes.

Lamento informar a los estrategas de Assange & Cia que con las compañías que se han buscado su "credibilidad" se sitúa a un nivel muy inferior al de un ratero de La Mina detenido en pleno tirón. Más le valdría haberse puesto en manos de un abogado de oficio que hacerse el tonto útil de una cuadrilla que cuando les deje de interesar lo dejarán caer como peso muerto.


viernes, 10 de agosto de 2012

MARGUERITE

Madrid, 9 de agosto de 2012

Querido,

Me crees en los cuarenta grados a la sombra de Madrid, pero no.

Realmente estoy en Cap Ferrat cerca de Juan Les Pins.

Resulta que ayer por la mañana paseando por Serrano me encontré con una señorita  con vestido estampado y una canotier muy gracioso a la que se le había enganchado el tacón de la sandalia en una rejilla del metro. No sin dificultad ayude a la dama a liberarse del cepo municipal y ella a cambio me regaló la vista con una perspectiva bastante cercana de sus interminables piernas. Tras semejante sacrificio, la joven en cuestión que responde al nombre de Marguerite, me informó que eran sus últimas horas en Madrid ya que esa misma tarde partía con destino al aeródromo de Niza para visitar a una tía que tiene una villa en Cap Ferrat justamente al final de la carretera que conduce al promontorio que domina el cabo.

Como no tenía cosa mejor que hacer y estábamos haciendo buenas migas, llamé a case e instruí que me prepararan un equipaje de urgencia y lo enviaran con el coche al aeropuerto.

El viaje fue delicioso, Marguerite no solo ha sido agraciada con las piernas interminables a las que antes me refería sino que es poseedora de una encantadora sonrisa que hace juego con su preciosa corona de rizos cobrizos y unos ojos de aguamarina que recuerdan las aguas de un fiordo bajo la luz de media tarde. No puedes hacerte una idea de lo contenta que se puso Madame de Latour-Valois, que es la queridísima tía de Marguerite y cuanto insistió en que me quedara con ellas a pasar la temporada.

No me hizo falta consultar el Botin para recordar que la delgada y elegante señora que nos recibió con tanta amabilidad es la heredera de una de las bodegas más antiguas de Avignon y que cuenta con viñedos históricos en Chateauneuf du Pape. Resulta que Margueritte es su único pariente vivo ya que la familia quedó diezmada entre los caídos en Sedán, los accidentes deportivos y un viaje a Oléron que causo la muerte por intoxicación del padre de Margueritte y su tío Dominique durante una ostrada de campeonato...

En fin, que aquí me tienes, instalado en unas habitaciones pintadas de un agradable green tea-room y decoradas con grabados de motivos florales y unas marinas de Corot, que no me entusiasman, pero que hay que reconocer que quedan muy bien bajo la luz del mediodía.

Marguerite y yo nos entendemos bien, tía Béatrice (ayer me pidió que la llamara así, y claro no puede negarme) sonríe beatíficamente y creo que aprueba nuestra relación ya que aprobé por los pelos un pequeño examen que tuvo a bien hacerme al seleccionar los vinos para la cena.

En fin, ya os iré contando, ahora tengo que dejaros porque me esperan para bajar al embarcadero y subir a la lancha, tenemos que comer con unos amigos en Cap Juan... No sé si podré soportar tanto estrés, menos mal que en el equipaje han tenido la amabilidad de no olvidar dos tomos de Eça y la caja de Saint Luis Rey. En fin las tardes están salvadas, hay un banco muy cómodo bajo las adelfas, orientado hacia poniente...

Tu amigo que lo es,

S.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Sasvári Farkasfalvi Tóthfalusi Antal Mihály Tóth Endre

Un gran director de cine. Un húngaro nacido en 1912, que por razones obvias se fue a Inglaterra en 1939, y a los Estados Unidos en 1942, para ser allí André de Toth, nada más. Le faltaba un ojo, vamos que era tuerto, como Raoul Walsh y Fritz Lang. Algo le pasaba a Ford en un ojo también y lucía parche pero creo que sin llegar a perder la vista.


 Desde luego la foto impacta al menos tanto como su película Day of the Outlaw, con Robert Ryan, y el extraordinario Burl Yves. Hay físicos extraordinarios y el suyo es uno de ellos, y el pájaro además era compositor y cantante. Home of the range. Una barba y un bigote de la época del sombrero que no se privaba de llevar sobre la cabeza. Era su debilidad, tenía una colección, para cada estación, para cada ocasión y se fumaba un cigarro de vez en cuando, sentado en el porche de su casa, con un lápiz en la oreja, tarareando con su voz cálida y profunda, mientras componía canciones, una sobre un abuelo demasiado alto, otra sobre un atardecer en la pradera, otra sobre un antiguo amor evocado sin amargura. En fin. Hoy calor, calor, el viento se ha rendido también y ni brisa ha dejado. El pobre Alcides se ha llevado un soponcio. Cargaba a la espalda un viejo colchón para tirar, pensando en sus cosas, con los cuarenta grados. El colchón que sobresalía por todas partes ocultando su física endeble oscilaba para adelante y para atrás, con rítmico movimiento. Cuatro viejas sentadas en un banco a la sombra le veían pasar, sudando el pobre, a punto de rendirse. Dos de ellas con pantalón blanco, las otras dos con falda y refajo enseñaban canillas delgaduchas que sin duda habían sido jugosas y torneadas pantorrillas. No somos nadie. De repente se quedan mirando el colchón andante, mejor dicho el movimiento rítmico del oscilante colchón. Y empezaron los comentarios, y las risillas y los codazos, y el pobre Alcides que no podía creer lo que oía, a enrojecer. Así, así movía yo el colchón cuando tocaba, cuando era moza, tu nunca has sido moza, lagarta, que sabrás tú, más de uno habrás reventado tú, con lo que era Aniceto, si hasta que le diste pasaporte, y nuevas risas y codazos, y Alcides reuniendo las últimas fuerzas y viendo cerca el vertedero, se arrancó al trote, corre, corre marica, que nosotras ya no hacemos nada, echa el catre por aquí si te atreves, y Alcides al galope ya. Para la vuelta a casa dio un largo rodeo, hasta que se le pasó el sofoco, por el esfuerzo y por la agresión. Como está el mujerío le comentaba más tarde a Tato.

lunes, 6 de agosto de 2012

IVAN TURGUENEV

A veces lo vemos escrito como Turgueniev. En fin, como el nombre es ruso, la cosa es entenderse, digo yo. Sería un poco pedantón ponerse a explicar aquí quien es, aunque si hubiéramos leído lo que sobre él escribió doña Emilia Pardo Bazán, a lo mejor merecería la pena reseñarlo, trazar un perfil del gran escritor de aspecto bondadoso, dicho sea con la mayor admiración y respeto. Buen ojo tenía la Emilia. Parece que por su carácter tranquilo y se ganaba a menudo la furia del prójimo. ¡Qué cosas! La vida es un asombro permanente y descontrolado, ingobernable. El parapeto de sacos terreros y el winchester a mano tienen a veces todo el sentido, aunque no puede uno amilanarse, hay que seguir adelante, por todo el medio de la calle principal, pese a todo.

Aquí un retrato de don Iván.



Es el autor de Padres e hijos, fantástico diván para el entramado familiar. Aunque no es sólo eso, afortunadamente. Es además un retrato, tal vez de los primeros, del nihilismo contemporáneo, tan extendido ya. ¿Cómo vivir sin creer en nada? ¿Cómo vivir sin aceptar y querer, sin disfrutar los pequeños regalos de lo cotidiano, y sin recogerse de vez en cuando, alejados de la ira?

Terminamos hoy la lectura de El sueño eterno, buena traducción al español del título original en inglés The Big Sleep, que sin que sepa de precedente hasta lo supera. Tan adaptado, copiado, incluso machacado por el cine, pero la novelita resiste, tiene carácter y no se puede terminar sin brindar con un güisqui por Philip Marlowe, el impasible detective, que guarda detrás de su dureza marmórea, un corazón que sigue funcionando, desde su profundísimo escondite, como funciona el de Maigret. El Sam Spade de Hammet es más terrible, casi del otro lado, más negro. Tal vez Hammet tenga más fuerza, más garra escribiendo, aunque les conocemos poco a los dos.

Nuestro güisqui fue apenas un dedo, y rebajado con agua, no somos muy aficionados a esa bebida de detective solitario. El cigarro de rigor, pequeño, como rebajado también, y es que ni tenemos gabardina en el armario, ni sombrero en el perchero, ni pistola en la guantera. Tal vez un día… Con esto de la vida nunca se sabe. De todas formas el Pacífico y California nos queda muy lejos.

Cualquier película del Oeste (no todas las de vaqueros los son) tiene sus sorpresas. La chica ayuda al sheriff, diciéndole que a veces es bueno conocer a una “improper lady”. El contesta que gracias pero que de todas formas quiere pagar lo que debe. Ella le dice que ya lo ha hecho:
-          ¿Cómo?
-          Hace mucho que un hombre no se quitaba el sombrero al saludarme… contesta ella.

Cosas de cuando se llevaba sombrero, incluso en el lejano y salvaje Oeste.

El otro Marlow, creo que sin la letra e, el gran Marlow de la novela moderna es el personaje de Conrad. Otro día. Hay por ahí un poeta también con el mismo apellido. 

Pues eso, que hace calorcillo, vamos a dormir con el rifle apoyado sobre la mesilla de noche, por si nos ataca nocturna la prima de riesgo (chiste fácil pero actual, reconozcámoslo…).

Tato

domingo, 22 de julio de 2012

CALOR

¡Mientras infinitos se dirigen a las playas, que felicidad nos produce a la secta el llano estacado! El alma se sosiega y reposa ante el espectáculo de un vacío infinito y ardiente, del inmenso espacio desierto y abrasado. No podremos, cobijados bajo el sombrero hablar mal del prójimo, ni siquiera pensar en él. Las extensiones abrasadas nos dibujan una sonrisa infantil al contemplarlas con los ojos entornados, protegiéndonos de esa luz cegadora que nos entusiasma. La tierra quemada, los rastrojos pelados, el tabón terroso y reseco, ese otero pelado, ese arbolillo que es astilla, sin hojas, sin ramas, ese alcor plano, romo y gris y esa soledad y ese silencio incendiado. La emoción nos invade, la felicidad es plena mientras el caballo avanza cansino por un camino ceniciento que lleva a ninguna parte, sin señales, sin paradas, sin billetes, sin azafatas anunciando infinitas instrucciones. El recuerdo de la gente, el recuerdo del bullicio en tránsito, de las carnes blanquecinas arrastradas por la suciedad de las estaciones, marcadas como a hierro candente por los bancos de plástico sobre los que se apoyan fofas durante horas, el recuerdo de la gente, nos había turbado y entristecido de nuevo. Pero vuelve la sonrisa, imperceptible, enternecida: el caballo ha pegado un brinco ante un alacrán que cruza silencioso, vestido dignamente con su coraza completa, armado con su venenoso aguijón, digno, sin ruido. Sin ganas de confraternizar. El cráneo de una res pulido por el sol nos saluda alegre, más adelante los huesos de algún perro, de alguna oveja, también blancos, limpios y solitarios. Retoñar de encinas asfixiadas, alguna pita, una chumbera, algo de retama frágil, quebradiza. Pero sobre todo la inmensidad solar, el horizonte sin fin, el espacio inmenso y vacío nos hacen sonreír con plenitud. El calor es inclemente, pero la ropa nos protege, el ala ancha del sombrero también. Debajo, sobre la cabeza, el pañuelo de los cuatro nudos. El caballo continúa tranquilo, como quien conoce bien el camino. La capa torda oscurecida dónde se marca con más fuerza el sudor que despide un olor inconfundible que también es reconfortante. Sudor a bestia limpia, noble y que no habla. Al pasarle la mano por la espalda sudada, entre la cruz y el pecho, se forma un círculo de densa y espesa espuma blanca. Agradece silencioso la caricia, agitando las orejas sin mala intención, estirando el cuello. Al poco se le alegra sólo el paso, ha venteado a mucha distancia el agua que nos espera, quieta, muda, sin playa, escondida entre las espadañas del soto de un río inmóvil, marcado a lo lejos por una hilera delgada de álamos espigados. Le dejo la rienda suelta mientras vacío la cantimplora sobre el pañuelo de cuatro nudos, y me vuelvo a calar el sombrero de jipijapa. Cuando a la caída de la tarde llegamos a la casona, piedra y sombra, nos recibe con una mirada que lo dice todo, vestida, un vestido amplio y claro, el pelo recogido, y la jarra de agua fresca. Sólo hay un murmullo, el de una bandada de serines sobre la copa de un álamo, alegres por el agua, pechos amarillos, plumas mojadas y el más alegre y de los conciertos. El caballo chapotea, agita el agua jugando con la mano a salpicar. Nunca supo un vaso de agua tan a gloria.

miércoles, 18 de julio de 2012

LA TINTA DEL CALAMAR


Terminé ayer la lectura de El Halcón Maltés de Dashiell Hammett. No lo había leído hasta ahora, aunque lo teníamos en casa. Empecé la lectura como reacción a un par de novelas negras decepcionantes, del mejicano Elmer Mendoza. Entretenidas pero decepcionantes. Ojeando artículos sobre el asunto di con uno que se detenía en la distinción entre novela policíaca y novela negra. Comentaba precisamente la obra del cuate Mendoza.

Si he entendido bien la diferencia, la novela policíaca se centraría en la resolución de un enigma criminal: encontrar el objeto robado, descubrir al ladrón o al asesino, todo ello a través de una trama compleja en la que el lector puede participar haciendo sus propias averiguaciones.

La novela negra se centraría en la descripción de partes marginales de la sociedad, bajos fondos, hampa, crimen organizado, normalmente también a través de la resolución de un caso criminal. La novela negra, en su inocencia, cree que esos mundos son una parte marginal de la sociedad.

Naturalmente, las dos categorías pueden entremezclarse, solaparse y fundirse. En la primera categoría, novela policíaca, se encontrarían Sherlock Holmes y Miss Marple, Auguste Dupin y Poirot, pues si sus investigaciones pueden conducirles a los bajos fondos, e incluso enfrentarles al crimen organizado, como Holmes contra Moriarti, puede suceder también lo contrario. El mundo negro, los bajos fondos, no están necesariamente presentes ni son necesariamente el telón de fondo, el marco en el que se desarrolla la novela. Ni sus protagonistas forman parte de ese mundo, ni son necesariamente gente marginal o turbia, como puedan ser Tato, Alcides o Doroteo, todos ellos tarados y tocados del ala a su manera. Pensemos en el Padre Brown de Chesterton, y en su candor, o en la viejecita encantadora protagonista de muchos de los relatos de Agatha Christie. No la imaginamos compartiendo unas pastas de té con Sam Spade. Desde luego, este esquema de gruesos trazos no se sigue de manera estricta, ni pueden clasificarse todos esos relatos en categorías cerradas y definidas, aunque estas son útiles para orientarse y pasar el rato. Pensemos en el propio Sherlock Holmes, ¿no es en muchos aspectos precursor del detective privado de la novela negra americana? Solitario, maniático, con temporadas de adicción muy fuerte a drogas como la cocaína y el opio y de abandono personal que llegan a sumir a Watson en la mayor preocupación. Completamente dominado por una mente tan poderosa que a menudo parece funcionar como una máquina con plena autonomía. Encarna a la perfección el racionalismo cientifista hasta extremos casi paródicos, y mereció la réplica que le dio Chesterton con el padre Brown. Si Holmes desbarata el crimen a partir del análisis científico de la ceniza de un cigarro puro abandonada en un cenicero, el padre Brown aplica sobre su sentido de la observación el sentido común construido sobre el conocimiento de la naturaleza humana, propio de su condición de sacerdote católico.

Francia, como siempre, no se sabe si con personalidad o entre dos aguas. En todo caso el belga Simenon nos lanza la maravilla que es Maigret. El comisario pertenece a la categoría que podríamos llamar policíaca, mientras que la agudeza con que Simenon analiza y disecciona la naturaleza humana en torno al crimen de cada aventura tiene mucho, muchísimo, de la más terrible novela negra.

La novela negra tendría por tanto un punto de costumbrismo al recrearse en describir un mundo determinado. Si la policíaca puede también presentarnos el mundo en el que se desarrolla, por ejemplo el siglo XIX victoriano en los casos de Poe y Conan Doyle, pone el acento en una intriga compleja y apasionante y en las etapas de su resolución, que es lo verdaderamente cautivante. De ahí que el cine haya podido tomarse libertades con Holmes desplazándolo de época, de finales del XIX a los años cuarenta del XX, en la magnífica encarnación que del personaje protagonizó el actor inglés Basil Rathbone. Es cierto que la pipa, el sombrero, el estudio o el capote de Holmes son característicos, pero sus aventuras están tan identificadas con la niebla de Londres como con la niebla de las tierras altas de Escocia o la casa de campo de algún miembro de la gentry rural. Sam Spade no puede concebirse fuera de San Francisco. El mismo lo confiesa en El Halcón Maltés.

Si la novela policíaca no renuncia a la época, la novela negra no renuncia a la intriga policíaca, que es el elemento esencial del que parte. Del mayor o menor éxito de esta intriga dependerá en gran medida, sino del todo, el resultado final. Dashiell Hammet consigue un éxito completo en el Halcón Maltés, conduciendo al lector por una intriga compleja llena de cabos por los que perderse, muy bien resuelta, a la vez que ofreciendo una descripción extraordinaria del detective protagonista y de su entorno, incluidos policía y fiscal del distrito. Calculadamente ambigua a lo largo de todo el relato, pues no se sabe si el detective es un hombre honrado o un mafioso sin escrúpulos peor que los criminales a los que se enfrenta, simples aficionados a su lado.

Vayamos con Elmer y Leonardo. Elmer Mendoza no acaba de llegar a ser más que un esbozo alrededor de la jerga del Méjico contemporáneo, como si yo preparara un diccionario de cheli madrileño y lo pusiera en boca de unos macarras y un picoleto con tripa gorda. Una narración flojilla, en la que flota inevitable el recuerdo extraordinario de El señor presidente, de Miguel Angel Asturias. La distancia que va de un borrador mal pergeñado, con aciertos pero sin trabazón, a la obra maestra del guatemalteco. Y en cuanto a Leonardo, uno espera con verdadera ansiedad librarse de los traumas infantiles del protagonista y su pandilla para asistir de una vez, y sin esperar más, a su próximo polvo. Verdaderamente, creo que es poco lo que da de si, demasiado plano, como si la isla no tuviera historia, no tuviera vida, como si no fuera. Transparente, menos el mujerío, siempre dispuesto. Tal vez en eso resulten los años de cárcel comunista. Quizá me pase de duro, de listillo. Dirán que exagero. Le daremos una oportunidad más, … por aquello de ver si hay algún revolcón interesante.

Patricia Highsmith. Plena novela negra. Hemos pasado de la resolución de un rompecabezas en el que, una vez planteado, el criminal pasa a segundo plano, a centrar la acción, a poner todo el énfasis en el propio crimen, en los personajes más oscuros, en la psicología de criminales y víctimas, en la disección social más descarnada, en la que hasta el policía es en realidad un psicópata. Mundo plenamente negro por plenamente sórdido, en el que se combinan la estupidez y el mal, la debilidad y la hipocresía, para perder a un hombre inocente, víctima del asesino que lo mata pero también de los resortes y mecanismos de una sociedad que tiene su propia maldad. Desencadenados por la desastrosa relación con su odiosa mujer neurótica, pero que ni amigos ni un nuevo enamoramiento consiguen detener. La mera intriga policíaca es secundaria, puede decirse que prácticamente desaparece, no hay rompecabezas y el puzzle lo forma el absurdo encadenamiento de circunstancias, malentendidos y medias verdades que desembocan en un nuevo asesinato y la muerte del protagonista, fuera de toda lógica, resultado de un trágico y deprimente absurdo. Para echarse a llorar.

En fin, teorías. Espero no haber dado mucho la brasa. Con el gran Plinio no me he atrevido hoy. Es maravilloso y tiene la gracia y la frescura incomparables de cierta España. Confieso que no me importaría demasiado, a veces, ser el don Lotario de Plinio.

DIECIOCHO DE JULIO


Mucho calor, hace dos días la Virgen del Carmen. Nada más. Los que se han reunido con sus familias viajando, han podido regresar sin contratiempos. Luego decimos que todo está mal. Poca memoria. En fin.