jueves, 2 de junio de 2016

MÁS SOBRE LA TARDE DE LOS SALTILLO

Vaya por delante que el que esto escribe no tuvo ocasión de asistir a la tan comentada corrida de los Saltillo lo cual no impide participar en el tan oportuno e interesante debate que se ha abierto en torno a la que, sin duda, puede llegar a ser la tarde más recordada del presente ciclo isidril, a expensas del juego que puedan dar los colosos Victorino y Miura. 
 
Amén de leer la excelente crónica de nuestro corresponsal, he acudido a fuentes de indudable criterio como son los señores Amorós y Juan Ramón Márquez y no me sorprende leer que, con matices, hay coincidencia en opinar que la corrida presentada por el ganadero don José Joaquín Moreno de Silva no era para todos los paladares (menos aún los actuales, muy acostumbrados al toro autotaxi que va y viene para mayor gloria de la figura de turno) y exigía un tipo de torero que hoy día no existe.
 
La crónica del maestro Márquez concluye con lo siguiente que cito literalmente:
 
"Todos los días vemos al toro aborregado, derrengado, mustio. Hoy hemos visto otra cosa muy lejos de ese animal que ya sale del chiquero vencido de antemano. A esto de hoy no habrá nadie del toro que lo defienda, como tampoco habrá ecologista alguno que se disponga a abrazarlo. A estos sólo los queremos cuatro cavernícolas."
 
Márquez, que a mi juicio no es tan cavernícola como el mismo se califica, y si lo es, entonces yo también soy un hombre de Altamira (¡a mucha honra!) pone de manifiesto dos aspectos en los que estoy completamente de acuerdo. El primero es que la corrida de Saltillo ofreció un toro muy difícil y que ante semejante tipo de animal el torero medio, incluso el malo, tiene oportunidad de salir mejor parado ya que el aficionado normal tenderá a valorar más y mejor lo poco que de bueno pueda hacer al enfrentarse a un animal de esas características. El segundo es que el toro difícil ofrece espectáculo. Relata Márquez (al igual que hace nuestro corresponsal en su crónica) que la plaza no despegó la vista del ruedo y se produjo una ola de interés, tensión, comentario y disfrute que no es nada frecuente ni en Las Ventas ni en ninguno de los otros grandes cosos del mundo taurino.
 
Sin toro no hay fiesta y el toro "clásico" , "encastado", "difícil", es tan necesario como el agua para un cultivo.
 
Llevamos décadas enfangados en una relación perversa entre las "figuras" y los toros de lucimiento. Los ganaderos que quieren figurar en carteles y vender corridas se han ido adhiriendo al movimiento imparable del toro portátil, del toro acomodado a un toreo de lucimiento sin hondura. Las ganaderías que han permanecido fieles a los encastes tradicionales se han visto relegadas a un segundo plano y solo venden en Francia o en plazas muy toristas.
 
Todo esto no exime al ganadero de crítica, no apelándole a que se adhiera al movimiento del toro autobús de línea (lo cual significaría sacar todo lo que tiene y empezar de nuevo con otras sangres) sino animándole a que afine la selección para presentar corridas mas parejas dónde a la casta se una bravura.
 
El ganadero ha pedido disculpas a través de Twitter, diciendo literalmente:
 
                             Joaquín Moreno
 
"No tengo palabras sólo pedir perdón pero todo que raro se me escapa que pudo pasar a pensar y trabajar perdón una vez mas"
 
Lo más interesante es que el 99% de las respuestas que recibe en Twitter, enviadas por aficionados y colegas son para agradecerle la disculpa y pedirle que en vez de disculparse continúe así, animándoles a seguir criando un toro original, un toro alejado de la corriente mundana.
 
Ser ganadero de lidia en la España de nuestro tiempo es una labor heroica. Todo mi respeto para todos ellos (incluso los productores del toro taxi) ya que participan en mantener una cultura atacada desde todos los ámbitos de la sociedad y perseguida con saña por ser uno de los pocos elementos definidores de la hispanidad que aún quedan en pie. Ser ganadero y defender una casta diferente y no rendirse en el intento tiene aún mayor mérito. Es por ello que aplaudo y ánimo al señor Moreno de Silva a seguir por el camino iniciado. Sacar buenos toros es una de las empresas más difíciles que existen, el ya lo ha hecho y por ello tuvo su recompensa en el ciclo isidril. La corrida salió mas difícil y mansa de lo esperado pero los que acudieron vieron un espectáculo taurino interesante, y así lo han atestiguado, y tuvieron ocasión de ver un encaste legendario recuperado desde las lejanas neblinas de la historia taurina y traído a una plaza del siglo XXI, acostumbrada a aburrirse soberanamente ante el espectáculo inane de los toros Milka y los toreros de la puerta giratoria que no saben o desprecian una lidia completa que requiere de cuadrillas con conocimiento y entrega.
 
Siga usted así, piense y trabaje, seguro que lo hará en cantidad y calidad, los aficionados a la fiesta de toros le estaremos esperando con interés y pasión. El que esto escribe no piensa perderse la próxima corrida en cuyo cartel figuren los saltillos del señor Moreno de Silva.

5 comentarios:

  1. Ojo, ojo: no se dice es por ello que... sino es por ello por lo que... Cuidado con esos errores que afean un texto interesante, como el enganchón afea la faena del toreador. Se ha fijado: a-f-e-a-f-a-e-n-a. ¿Curioso verdad?

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  2. Perdone pero el aficionado lo que recordará de esta feria es la faena de Manzanares divina ..., y la doble puerta grande, que hacía 25 años que no se producía, lo demás como dice un amigo del siete es "peccata minuta".
    !VIVA SAN ISIDRO!


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  3. Lo propio de los toros es discrepar y, la verdad, lo de Saltillo plantea muchas mas cuestiones que la corrida de los cerditos de Victoriano, por muy bien que estuviera el relamido Manzanares con su segundo.

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  4. El que solo tiene ojos para los toros, se pierde la corrida, no se olvide. Reconozca el faenón de Manzanares aunque le pique, que no todos los días se abre la puerta grande. Cicatero.

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  5. LA BENEFICENCIA UNA CORRIDA PARA LA HISTORIA Y NO LA MORUCHADA DE SALTILLO, lean un poco:

    ANDRÉS AMORÓS: De salida, embiste ya con gran clase y Manzanares dibuja unas verónicas solemnes, suaves. En el quite, las chicuelinas de mano baja avivan el recuerdo del padre. El toro es magnífico y el diestro dibuja tandas de muletazos de gran categoría: un pase de pecho vale por tres; los naturales ponen al público de pie; un interminable cambio de mano levanta rugidos.


    ZABALA DE LA SERNA:Y de pronto y de repente se apareció José María Manzanares con los mimbres de aquel 2011 que cautivó. Un toro de ensueño de nombre Dalia como quinto -no había pasado nada en el manso anterior-, las hechuras perfectas, las sienes concentradas, tocado arriba de pitones y, sobre todo, con una calidad, una humillación y un temple descomunales. Desde que Manzanares lo bamboleó en el capote a la verónica con empaque y majestad. Las chicuelinas no le fueron a la zaga. Las chicuelinas de mano baja, tan del maestro, tan del padre. Con una envoltura barroca y alada. La faena rompió con una trichera monumental. Josemari lo había visto claro desde el brindis al público. Pero cuando tomó cuerpo el espíritu santo fue al natural. La seda, el toreo por su camino, la lentitud, el aroma... Los pases de pecho de eternidad pasmosa habían arreglado las tandas con la derecha y culminado con soberbia el toreo en la izquierda. Giraba Manzanares los talones y quedaba colocado, embraguetado luego, jugando la muñeca y la cintura a compás. Un molinete invertido como broche. Otra tanda de redondos que de nuevo en su final adquirió tintes mayúsculos con una cambio de mano acongojante. La plaza se caía. Se cerró el toro, la Dalia inmortalizada, en tablas solo. Andaba. Y el matador excelso lo esperó con la suerte contraria y la querecia a la espalda: la estocada entre a toro arrancado y en la suerte de recibir reventó del todo la magna obra. Una barbaridad de espadazo. Las dos orejas clamorosas. Indiscutibles. Se producía 25 años después la doble Puerta Grande la Beneficencia de Rincón y Ortega Cano; una salida a hombros de Simón y Manzanares de diferente rasero pero histórica.

    SIXTO NARANJO:Levitando, gozando, paladeando lo vivido. Así salió la afición que llenó la plaza de Las Ventas tras vivir una tarde histórica. Allá en la memoria quedaban los ecos de aquel mano a mano entre Ortega Cano y César Rincón en la Beneficencia de 1991. Desde entonces la Puerta de Madrid no había vuelto a ver a dos toreros salir en volandas de este magno festejo camino de la calle de Alcalá.

    Una Beneficencia la de 2016 grabada ya en letras de oro que se perdió el Rey Felipe VI pero no su padre el Rey Don Juan Carlos. Su Emérita Majestad se llevó la primera ovación y a los sones del Himno Nacional se vivió el primer erizado del vello.

    Porque después, hubo un toro y un torero que provocaron que ese vello siguiese de punta. 'Dalia' se llamó el toro y José María Manzanares el torero. El toro cantó de salida su ritmo y humillación cuando el torero le sopló dos verónicas de despacioso y gran compás que remató de una soberbia media. Se arrancó con brío al caballo antes de que Manzanares crujiese Madrid con un quite por chicuelinas. La última, de manos bajas y enroscándose al toro fueron el preludio de lo que estaba por llegar.

    'Dalia' siguió embistiendo y Manzanares se metió en faena con una trincherilla de cartel. Pero donde realmente llegó la cumbre fue al natural. Inmenso el toreo del alicantino. Un temple de cristal, de ralentizado ritmo, de sedoso compás. Sublime en dos tandas con el toro haciendo surcos por el ruedo de Las Ventas. La catarsis colectiva en los tendidos. Ajuste en el embroque, profundo en el remate. Manzanares tocaba el cielo. Por la derecha el toro se le metió por dentro y resolvió el alicantino con un cambio de mano preñado de torería. Y después la estocada, al encuentro. Reventado el toro, la plaza y la Feria. Se llegó a pedir el rabo. Las dos orejas, de las que ponen a todos de acuerdo.

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